El sofista es un maestro itinerante. Sócrates es alguien ligado con los destinos de su ciudad;
El sofista cobra para enseñar. Sócrates vive su vida y esa se confunde con la vida filosófica: ‘Filosofar no es profesión, es actividad del hombre libre’.
El sofista ‘sabe todo’ y transmite un saber preparado, sin crítica (que Platón identifica con una mercancía, que el sofista exhibe y vende). Sócrates dice que nada sabe y, colocándose en el nivel de su interlocutor, dirige una aventura dialéctica en busca de la verdad, que está en el interior de cada uno.
El sofista hace retórica (discurso de forma primorosa, aunque vacío de contenido). Sócrates hacía dialéctica (buenos argumentos). En la retórica el oyente es llevado por un torrente de palabras que, si son adecuadamente compuestas, persuaden sin transmitir conocimiento alguno. En la dialéctica, se opera con preguntas y respuestas, la pesquisa procede paso a paso y no es posible ir hacia adelante sin dejar claro lo que quedó por detrás.
El sofista refuta por refutar, para ganar una disputa verbal. Sócrates refuta para purificar el alma de su ignorancia.
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