Durante milenios, la mayor parte de los pueblos no presentaba derechos en el sentido que hoy entendemos. Los gobernantes o personas poderosas podían matar a otras sin mayores consecuencias que no fueran eventuales venganzas. De ese modo, no había garantías que buscasen proteger la vida, a pesar de las leyes contra el asesinato.
Así, la idea de los derechos humanos, es decir, los derechos inherentes al ser humano, independientemente de credo, raza, sexo, orientación sexual o nacionalidad, es una construcción reciente, influida por el cristianismo, surgiendo durante la Edad Media.
Esa noción se concreta inicialmente en la Constitución americana de 1776, en la cual había derechos individuales a ser respetados por el poder público. En 1789, en la Francia revolucionaria, con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano también se resaltaron y se ampliaron esos derechos.
Incluso así, eso no impidió que una serie de atrocidades cometidas por las potencias europeas en África y Oceanía, así como en Asia, o incluso en la propia Europa, en la cual los nazis mataron millones de judíos, gitanos, entre otras etnias.
Por lo tanto, cuando hablamos de los derechos humanos, pensamos en los derechos civiles, políticos, sociales, económicos, culturales, los relacionados con el valor de la fraternidad o solidaridad, así como los derechos a la democracia, a la información y al pluralismo.
Obviamente, detrás de cada conquista en estos aspectos, hubo mucha lucha de las capas populares de la sociedad para obtener esos derechos, siendo, en muchos lugares del planeta, negados a las personas. Por tanto, todos deben luchar diariamente, cada uno a su modo, para garantizar la efectividad de los derechos humanos para todos.
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