En animales invertebrados pertenecientes al filo Annelida, incluso debido al pequeño tamaño de los seres corpóreos que forman parte de este grupo, tanto la distribución del nutriente como la disipación de los gases respiratorios son aspectos que se correlacionan, dada la complejidad de los tejidos orgánicos y la conducción de sustancias por el sistema circulatorio.
Si es observada la disposición anatómica de los órganos que componen el aparato digestivo, circulatorio y respiratorio del anélido se podrá percibir que existen dos vasos sanguíneos: uno dorsal y otro ventral en relación al tubo digestivo, lo que indica que el sistema circulatorio lleva a cabo la absorción de nutrientes durante la digestión. Por este análisis también se puede encontrar que subyacente a la región dorsal de la epidermis se encuentra el vaso sanguíneo dorsal, que, a través de la respiración cutánea, recibe el gas oxígeno y libera dióxido de carbono.
Así, el sistema circulatorio, a través del fluido de sangre, realiza la función de distribución de nutrientes y la difusión de gas respiratorio por el resto de los tejidos del cuerpo.
Algunas características favorecieron mejor la adaptación de los anélidos. Entre ellas podemos citar:
- La presencia de inflamación en el sistema circulatorio (cinco pares de corazones), con capacidad contráctil, ayudando al flujo sanguíneo.
- Configuración de un sistema circulatorio cerrado, donde la única sangre circula en el interior de los vasos sanguíneos y capilares.
- La presencia de pigmentos respiratorios (hemoglobina), facilitando la asimilación de los gases respiratorios y mejorando la eficiencia del transporte.
- Respiración cutánea indirectamente dependiente de un ambiente húmedo para sobrevivir. En las lombrices de tierra, la epidermis tiene una capa de recubrimiento de queratina (impermeabilizante), lo que dificultaría los intercambios gaseosos. Sin embargo, secreta una sustancia mucosa que lubrifica y humidifica la piel.
