Cuando nos referimos al movimiento de renacimiento (siglos XV y XVI), perpetuamos la visión de que la edad media se asoció con el retraso; y del Renacimiento, con el progreso. Esta comprensión ha perdurado varios siglos e influenciado la mentalidad moderna y contemporánea de la época medieval europea.
Dentro de esta perspectiva pesimista acerca de las edades, muchos eruditos defendieron la idea de que el renacimiento representó una ruptura absoluta con la edad media. El renacimiento continuaría produciendo obras con temas de la religiosidad medieval, pero revalorizaba la cultura grecorromana: la filosofía, las artes, la racionalidad, la ciencia, la estética, entre otros. Entre tanto, renovaron la aplicación de otras técnicas, en las artes y en la arquitectura, primando los principios matemáticos (profundidad, racionalidad, perspectiva) en contraposición a una pintura plana y sin perspectivas aplicada en la edad media.
El renacimiento cultural, artístico y científico trajo un escenario de cambios en relación con el mundo medieval. Los comercios y las ciudades crecieron y prosperaron. Sin embargo, cuando nos fijamos en el contexto histórico en el cual surgió el movimiento renacentista, vamos a ver que el mundo medieval se llenó de un sentimiento de inseguridad causada por las interminables guerras y los conflictos que se producen en Europa.
El hambre, las epidemias y las guerras (muchos permanentes durante la edad media) llevaron al hombre medieval a buscar formas de religiosidad como escape del mundo. Desde entonces varias utopías han aparecido (en la religión y la literatura), que idealizaron sociedad indicada por población, llevada a cabo por leyes distintas de la dura realidad cotidiana. Estas utopías conducían el tiempo presente a partir de una reflexión y un análisis basado en el pesimismo, mientras que el futuro estaba lleno de esperanzas.
La visión utópica del mundo siguió siendo una práctica de hombres contemporáneos hasta el renacimiento moderno. Según el historiador francés Fernand Braudel, las sociedades están impregnadas de las mentalidades para las que todo se mueve más lentamente. El individuo y la sociedad no modifican sus valores morales, éticos y culturales de un momento para otro, o de un día para otro. Para la sociedad, modificar su mentalidad es una cuestión de siglos (tiempo de larga duración). Por lo tanto, dentro de ese enfoque de larga duración de Braudel, podemos comprender que el hombre renacentista siguió produciendo utopías.
El humanista Tomás Moro, con su libro Utopía, es un ejemplo concreto de la demora en el cambio de las mentalidades. El escritor produjo un famoso ensayo en el cual él construyó un mundo fantástico, donde las injusticias sociales no ocurrían a nadie. Thomas More describió la vida en una isla, en el cual todo fue dividido igualmente entre la población, un lugar sin opresión y donde todo el mundo viviría cómodamente. De esta manera, la sociedad del renacimiento crea espacios imaginarios en los que podría vivirse una vida terrestre sin opresiones, solamente con diversión, música y abunda comida.
Otra utopía producida durante el periodo del renacimiento fue la creación de la fuente de la juventud, en el siglo XVI. Según esta utopía, viejos y enfermos eran conducidos hasta la citada fuente y, después de una inmersión rápida, la gente salía de la fuente más joven y jovial.
Mientras la élite intelectual había producido sus utopías, las capas populares también lo hicieron. La visión del mundo utópico más interesante producido por los artesanos y campesinos fue la representación del país de la abundancia, llamada de país de jauja, lugar imaginario donde la población estaría exenta de trabajo.
El país de jauja era un sitio que representa los deseos de los hombres pobres del Renacimiento, un escape a la dura vida cotidiana. Jauja fue la compensación de la realidad del hambre y la pobreza experimentado por la población más desfavorecida. En esta tierra prevalecería el lujo y la abundancia de comida. Por lo tanto, el hombre del renacimiento todavía no había roto los lazos definitivos con el hombre de la edad media.