El principal reto de una política de desarrollo sostenible es lograr un equilibrio entre la explotación de los recursos naturales y su conservación.
El término desarrollo sostenible consiguió su popularidad desde la década de 1990 y se refiere a la utilización de los recursos naturales a fin de no agotarlos, manteniendo o renovando los ciclos de reposición. En el ámbito de ese entendimiento, se considera que el hombre debe conservar (proteger, mantener vigilado) y conservar (utilizar racionalmente, renovar) la naturaleza.
Para entender las cuestiones clave relacionadas con el desarrollo sostenible es necesario que se tenga una comprensión de los tipos y formas de uso de los recursos naturales, es decir, los elementos que son utilizados por el hombre para mantener su existencia. Los recursos naturales se dividen comúnmente en recursos renovables y no renovables.
Los recursos renovables son aquellos elementos que se restablecen o puede ser reaprovechados o reciclados después de su uso. Ejemplos: aire, agua, suelo, vegetación. Todos estos son ejemplos de elementos que se renuevan de forma natural o por medio de la acción humana (como en el caso de la vegetación que se renueva a través de la reforestación).
Los recursos no renovables son aquellos en que no hay posibilidad de renovación en un periodo de corto o medio plazo. Ejemplos: petróleo, minerales, entre otros.
Así que, en teoría, para mantener un uso racional de los recursos que ofrece la naturaleza, es necesario utilizar más recursos renovables y menos recursos no renovables. Sin embargo, la cuestión no es tan simple.
Es necesario comprender, primeramente, que los recursos renovables no son necesariamente duraderos durante largos períodos de tiempo, es decir, su disponibilidad podría extinguirse, sobre todo si no hay un sistema de conservación o preservación. Por lo tanto, es importante adoptar medidas para minimizar los impactos de la explotación de la naturaleza.
Además, hay que considerar los aspectos cualitativos de los procesos de renovación de la naturaleza. Por ejemplo, un bosque rico en nutrientes que ha sido aprobado para su uso en la fabricación de objetos de madera puede ser reforestada, dando origen a un nuevo bosque pobre en nutrientes y con bajo índice de diversidad, causando daños al ecosistema al cual pertenece.
También hay que recordar la importancia del tiempo en los procesos de renovación de los recursos naturales. Algunas especies de plantas, teniendo en cuenta el ejemplo mencionado anteriormente, llevan varios años para convertirse en adultas y proporcionar nutrientes, frutas y alimentos a la naturaleza. Mientras tanto, una gran cantidad de perjuicio puede ser causado a la naturaleza. Por ese motivo, pensar en sostenibilidad es ir más allá del famoso discurso de ‘plantar dos árboles por cada uno que sea talado’.
Por lo tanto, pensar en el desarrollo sostenible es pensar en algo más que simplemente no usar los recursos no renovables en detrimento de las energías renovables. Una economía sostenible, para ser operada, requiere la conservación de los elementos de la naturaleza, minimizando sus impactos sin que, sin embargo, dejen de atender a las necesidades básicas de la población moderna.
Otro punto importante es reducir el consumo. Los estudios demuestran que si toda la población del planeta siguiera los patrones de consumo de Estados Unidos, la humanidad necesitaría dos planetas y medio. Por lo tanto, no se puede pensar en un desarrollo sostenible sin tener en cuenta la reducción de los excesos consumistas y la realización de una distribución de la riqueza que minimicen los casos de desigualdad en el acceso a la riqueza producida por la naturaleza.