La capa de ozono es una capa de gas ozono (O3) que rodea la Tierra. Esa capa tiene que proteger a nuestro planeta, trabaja como un filtro, es decir, filtra gran parte de los peligrosos rayos ultravioletas emitidos por el sol.
Los gases que destruyen la capa de ozono son los CFCs (gases de clorofluorocarbono) utilizados en sistemas de refrigeración, como disolventes, espumas plásticas, envases de aerosoles y muchos otros. Se componen de carbono (C), cloro (Cl) y bromo (Br).
Cuando los CFCs llegan a mayor altitud (entre 15 y 30 km) se descomponen por la radiación ultravioleta, es decir, se someten a una fotólisis y liberan átomos de cloro, flúor y bromo.
La catálisis ocurre cuando los átomos de cloro participan en ciclos de las reacciones catalíticas que destruyen ozono. Veamos las ecuaciones:
Cl + O3 → ClO + O2
ClO + O → Cl + O2
O3 + O → 2 O2
Las moléculas llegan la estratosfera y son expuestas a una gran cantidad de rayos ultravioleta. El átomo de cloro se desprende y rompe el O3 formando ClO y O2. Después el cloro se desprende del oxígeno y pasa a destruir el ozono, como muestra la ecuación. Decimos que esas reacciones son catalíticas, debido al hecho de que aceleran la destrucción de la capa de ozono. El cloro posee un poder destructible que le posibilita consumir miles de moléculas de ozono.
Entre los daños que trae la destrucción de la capa de ozono podemos mencionar el aumento de la incidencia de cáncer de piel, debido a la acción de los rayos ultravioletas, y la ocurrencia del efecto invernadero, que causa un aumento en la temperatura del planeta. Por lo tanto, los glaciares polares sufren un deshielo gradual, aumentando el nivel de agua en los océanos.