Cuando pensamos en flores, es común recordarlas en su alegre y colorida; sin embargo, esta función se muestra sólo para algunas variedades.
Aunque contribuyen a la belleza de la naturaleza, especialmente durante la primavera, la existencia de las flores tiene un único objetivo: contribuir a la producción de semillas de vegetal. De esta manera, las nuevas plantas son capaces de crecer.
Una flor simple se compone de dos partes principales: sépalos y pétalos. El papel de los sépalos es proteger la flor cuando todavía está en brote, o cuando se cierra por la noche. Los pétalos, coloridos, ya tienen la función de atraer a las especies de insectos para polinizar la flor, es decir, traer el polen de otra flor de la misma especie (polinización), colocándola en el estigma.
Los granos de polen son diminutos y no puede verse con el ojo desnudo. Para visualizarlos, es necesario utilizar un microscopio; de esta forma, es posible notar que estos pueden asimilar diferentes formas.
Después de alcanzar el estigma, los granos de polen siguen a través de tubos muy estrechos, siguiendo del estilete al ovario. Antes del desarrollo de los óvulos, en el ovario, para la formación de semillas, es necesario que sean tocados por uno de esos finos tubos, para que sean fertilizados.
Las flores generan su polen en las puntas de los estantes (llamados anteras). Generalmente, es mejor para las plantas que ellas sean fertilizadas por el polen de otra especie. Esto ocurre a través de la acción de insectos (abejas, avispas, mariposas y algunas especies de moscas) o por la acción del viento, como ocurre en el caso de las hierbas algunos árboles.
Las plantas que tienen flores pueden dividirse en familias, dependiendo del tipo de flor. Algunos ejemplos son: diente de León (Taraxacum), rosáceas (Rosaceae), umbelíferas (Apiaceae), ranunculáceas (Ranunculaceae) y leguminosas (Fabaceae), estas últimas encargadas de producir semillas con guisantes o judías.
Flores del jardín deben recibir un cuidado especial en su plantación, pues no deben plantarse antes de conocer la luminosidad del lugar, aparte del tipo de suelo y humedad. Este mismo cuidado no es necesario en el caso de flores silvestres, porque son capaces de desarrollarse según el suelo y el clima de cada región.