Hablar o incluso tratar de definir criterios sobre la vida o la no vida es muy difícil, porque se basa en la subjetividad de las personas. Esto es debido a las diferentes opiniones de una población con hábitos, costumbres y experiencias que van desde la creatividad de los niños, los jóvenes descubrimientos, la madurez y las responsabilidades de un adulto. Así, el acto de degustación y disfrutar de una comida podría establecer un valor para la distinción conceptual entre la vida y no vida. Por lo tanto, es imposible establecer la vida frente a la no vida desde este enfoque.
Sin embargo, a través los criterios didácticos y científicos, entendemos la vida como un complejo químico bien organizado, y la célula como unidad básica y fundamental que caracteriza a un ser vivo, ser capaz de expresar las reacciones propias a los estímulos del medio ambiente.
Si se analiza la composición química de una roca frente a una mariposa podemos ver elementos similares o no (carbono, oxígeno, hierro …), en tanto a estructura. Por lo tanto, la composición, proporción, y el nivel de organización de los elementos químicos proporcionan una diferenciación entre los seres animados e inanimados, cada uno colocado en el tiempo y el espacio.
Las acciones de nutrición, capacidad motora, capacidad respiratoria y capacidad reproductiva de los organismos más simples (unicelulares bacterias, hongos y protozoos), y el más grande (multicelulares, gimnospermas, angiospermas, aves, mamíferos) son también criterios decisivos de la gran brecha entre la vida y la no vida.
La vida se manifiesta estas acciones, directa o indirectamente, coordinando la expresión de la molécula de ADN – ácido desoxirribonucleico. La emisión de seudópodos, el funcionamiento de los organelos, la respiración celular, la sensibilidad de los depredadores, el transporte de savia y otras actividades metabólicas se rigen por la síntesis de compuestos de la molécula de ADN subsidiando la vida.