Justo cuando empezamos a estudiar historia en la escuela, aún demasiado pequeños, nuestros maestros tienden a presentarnos a la división de la línea de tiempo entre antes de Cristo (a.C.) y después de Cristo (d.C.) conforme al calendario cristiano, y la división de los periodos prehistóricos, comenzando por la Prehistoria y la Edad Antigua, hasta llegar a la Contemporaneidad. Además, pasamos a tener contacto con obras didácticas de historia, con películas que abordan temas históricos, con imágenes de documentos históricos, y otros muchos recursos. Mientras, casi no se aborda de qué forma la historia fue hecha, es decir, cómo ella fue escrita a lo largo de todo ese tiempo. Raramente se discute sobre el tema de la historiografía.
El término historiografía es compuesto a partir de los términos historia (que viene del griego y significa estudio) y grafía (que también viene del griego y significa escritura). Siendo así, el propio nombre ya contiene el sentido más claro de la expresión, esto es, ‘escritura de un estudio’ o ‘estudio que necesita de una forma escrita, de una narrativa’. De forma sucinta: ‘una escritura de la historia’.
La historiografía, o escritura de la historia, por lo tanto, impregna toda la historia de las civilizaciones desde sus primeras manifestaciones. Tanto las civilizaciones de Oriente Medio, como las que se desarrollaron en Mesopotamia, como la civilización del lejano Oriente, como los chinos y los hindúes, tenían escribas (personas que dominaban el arte de la escritura) que ocupaban la función de escribir, registrar, además de los rituales religiosos y de la contabilidad económica de las antiguas ciudades, las memorias de las tradiciones que fundaron aquella civilización específica. En ese proceso de escritura de la historia de la Antigüedad, por diversas veces la historia estuvo entrelazada con los mitos o con la narrativa mitológica. Solamente con los griegos, como Heródoto y Tucídides, que la historia ganó por primera vez una organización más sistemática.
Los autores de la historiografía griega fueron los primeros en ser consciente de estar produciendo un estudio con la finalidad de no dejar los hechos y actos de su época perderse en el tiempo (como defendía Heródoto, señalado como el padre de la historia). Como herederos culturales de los griegos, grandes historiadores romanos también desarrollaron su propia historiografía. Fue el caso, por ejemplo, de Cicerón, Polibio y Tácito. Ese último mencionó en su obra la presencia de Jesús de Nazaret en Palestina – que fue una provincia del Imperio Romano en la época.
Los judíos y los cristianos tempranos también desarrollaron su historiografía, como Eusebio de Cesarea, autor de Historia Eclesiástica y Flavio Josefo, autor de Historia Hebraica. También hubo una historiografía medieval, tanto cristiana como islámica, así como una historiografía renacentista, como la producida por Maquiavelo y Guicciardini. Pero solamente a partir del siglo XIX, la historia pasó a ser considerada como una disciplina propiamente ‘científica’, con métodos propios y con peculiaridad de su escritura, de su relato.
La historiografía se discute hoy en varios sentidos, principalmente en lo que se refiere a la visión ideológica, moral y subjetiva de los historiadores. Se habla mucho en tipos de historiografía que se ajustan conforme a la ideología o la nacionalidad. Es el caso de la historiografía marxista, la historiografía conservadora o la historiografía francesa e inglesa, por mencionar algunos ejemplos.
