El nombre de “Barroco” (probablemente derivado de barueco, la palabra española que designa una perla de forma irregular) se le asignó en el XVIII y tenía alguna intención peyorativa, puesto que el tiempo fue considerado este período todavía como la disminución de renacimiento. Sólo en el siglo XX este estilo es reconocido como uno de los más importantes en la historia moderna.
Desarrollado durante el siglo XVII, en un entorno dominado por los avances científicos, la consolidación de las monarquías absolutas grandes, el movimiento de las reformas contra de la Iglesia Católica y la expansión protestante en los países nórdicos, el Barroco se prolongó hasta el siglo XVIII, en muchos países. El estilo barroco nació en Italia, a partir de las experiencias del manierismo tardío del siglo XVI y se expandió rápidamente a otros países europeos, llegando a las colonias más tarde españolas y portuguesas en América Latina y Asia.
A pesar de las diferentes interpretaciones que se han producido en diferentes países y regiones, determinado por el estilo de diferentes políticas, religiosas y culturales el Barroco tenía algunas características comunes como la tendencia hacia la representación realista, la demanda de movimiento sin fin y la importancia de los paisajes con contrastes de luz, el claroscuro, el gusto por el drama, tratando de integrar diferentes disciplinas artísticas.
