Podemos imaginar los líquidos como la etapa intermedia entre sólidos y gases, pues para que un sólido se transforme en un gas, por ejemplo, es necesario que pase por el estado líquido. Existe una interrelación entre la estructura de los gases, sólidos y líquidos. Echemos un vistazo a las propiedades generales de un líquido:
Compresión: la dificultad de compresión en los líquidos es debida a la repulsión entre las nubes electrónicas de moléculas vecinas que ofrecen resistencia a la aproximación. Por eso los líquidos son menos compresibles que los gases, en ese caso se asemejan con los sólidos donde es necesaria una elevada presión para reducir el volumen a una cantidad significativa.
Viscosidad: un líquido tiene viscosidad intermedia; es menos viscoso que un sólido y tiene viscosidad mayor que la de un gas. Se entiende por viscosidad la resistencia al flujo.
Las moléculas de un líquido tienen más libertad de movimiento que un gas debido a su fluidez. Por lo tanto, su forma dependerá del recipiente en el cual se está confinado y su volumen será constante; es diferente del gas, que ocupa el contenedor completo donde se encuentra y no tiene ningún volumen fijo.
Evaporación: los líquidos presentan una gran tendencia a evaporarse, es decir, convertirse en gas. Esta transformación se produce cuando las moléculas en la superficie se ven forzadas a salir y dejar el líquido. La pérdida de esas moléculas, que se mueven más rápidamente y adquieren energía para vencer las fuerzas intermoleculares y escapar, es lo que llamamos de evaporación.
Tensión superficial: es la tendencia que tienen los líquidos para minimizar su superficie. Este hecho explica el motivo de que ciertos objetos puedan fluctuar en el agua: es debido a las fuerzas de atracción intermoleculares de los líquidos. Pero, ¿cómo ocurre eso? Las moléculas que se encuentran en la superficie de un líquido son atraídas por las moléculas de dentro del líquido, generando una tensión en la superficie.