La excreción es uno de los mecanismos que promueven la homeostasis. Esta última consiste en la liberación de los productos de los residuos del metabolismo, siendo la mayoría de estos tóxicos.
Para que la excreción suceda, se debe realizados tres procesos: 1) filtración selectiva de fluidos; 2) reabsorción del filtrado sustancias útiles para el cuerpo y 3) la secreción de sustancias no necesarias para el organismo al medio externo.
El producto del metabolismo de aminoácidos es el amoníaco. Este reacciona con el agua, resultando en iones de amonio (NH4+), muy tóxico, pero muy soluble en agua. Mientras hay una buena disponibilidad de este elemento, liberar amoníaco no es un problema. Sin embargo, por difundirse fácilmente en los tejidos, la ausencia de agua puede provocar serios daños a los animales.
Peces óseos y algunos anfibios tienen como productos de excreción el amoníaco. Como estos animales son acuáticos o semi-acuáticos, la pérdida de esta sustancia junto con la excreción de agua, no llegará a ser un problema. Estos animales se denominan amoniotélicos.
A partir del amoníaco, la urea, menos tóxica, se produce en el hígado de los mamíferos, peces cartilaginosos, algunos anfibios y reptiles y se elimina por la orina. Estos son los seres ureotélicos.
Reptiles y aves tienen amoníaco resultante en el hígado, dando lugar a ácido úrico – menos tóxicos que los otros dos y menos soluble en agua; se excreta con las heces del animal. La excreción de ácido úrico es una buena estrategia para evitar la pérdida de agua en estos animales terrestres, llamados uricotélicos.
Por lo tanto, podemos percibir que el hábitat y la excreción de productos nitrogenados están fuertemente relacionados.