En el periodo arcaico se observa el proceso final de transformaciones sufridas por las comunidades gentilicias griegas. Abandonando el uso colectivo de la tierra, comenzaba a surgir una clase de terratenientes propietarios de tierras. En su mayor parte, esta clase aristocrática estaba estrechamente relacionada a los ‘pater’, el líder patriarcal en cada una de estas comunidades.
Esta nueva clase, también conocido como eupátridas (padre, madre o hijos de los bien nacidos) formaron un pequeño grupo de terratenientes que se movilizaron a favor de mantener sus posesiones. Los ‘genos’ fueron a reunirse en tribus y fratrías controladas por la dominación griega de la nueva aristocracia. En ese momento, además de la hegemonía política de los eupátridas, observamos que el aumento de la población ha causado un gran problema con respecto al acceso a tierras productivas.
Las poblaciones excluidas en el proceso de apropiación de tierras se habían visto obligadas a buscar otras áreas donde poder buscar mejores condiciones de vida. La migración de estas poblaciones griegas a regiones marcó la segunda diáspora griega. En el año 750 a.C, esta diáspora se había expandido en los territorios del mundo griego y había creado una importante red de comercio de productos agrícolas entre las comunidades griega.
La consolidación del poder político en manos de la aristocracia con la expansión de las actividades económicas dio las condiciones necesarias para el surgimiento de un nuevo espacio de representación político-social en Grecia: la ciudad-estado. La ciudad-estado consistía en centros urbanos, donde se tomaban las decisiones políticas importantes y se producía el tránsito de mercancías de las rutas comerciales.
Con la consolidación de esta transición, tenemos el surgimiento de diferentes ciudades-estado compuestas por prácticas sociales, políticas y culturales distintas entre sí. Por lo tanto, lo que observamos en el mundo griego es una estructura política descentralizada. Las diferencias en la organización en el mundo griego haría la división de grandes mundos dentro de una misma cultura, como las diferencias entre Esparta y Atenas.