En su significado más primitivo, la palabra patrimonio tiene su origen ligado al término griego ‘pater’ que significa ‘padre/paterno’. De tal forma, patrimonio vino a relacionarse con todo aquello dejado por la figura del padre y transmitido para sus hijos. Con el tiempo, esa noción de transferencia acabó siendo extendida a un conjunto de bienes materiales que están íntimamente relacionados con la identidad, la cultural o el pasado de una colectividad.
Esta última noción de patrimonio pasó a ganar fuerza en el siglo XIX, cuando la Revolución Francesa destacó la necesidad de elegir a monumentos que podrían refutar el olvido del pasado. Durante este período, teniendo en cuenta las nociones históricas del tiempo, los monumentos debían expresar los hechos de la naturaleza única y grandiosa. Por lo tanto, la preservación del pasado fue atada a una noción de ‘mejora’, ‘evolución’ y ‘progreso’.
Avanzando a través del siglo XX, observamos que las nociones sobre el espacio urbano, cultura y pasado, fueron adquiriendo otras características que interfieren directamente en la visión sobre lo que pueden ser considerados patrimonios. Acerca de este cambio, podemos destacar que la supuesta capacidad del patrimonio en el fortalecimiento de un pasado y una serie de valores comunes, que sólo abarca otras posibilidades que superaron el interés oficial del Estado y las reglas impuestas por la cultura erudita.
La conceptualización actual de patrimonio terminó de establecer la existencia de dos categorías distintas de la misma. Un más antigua y tradicional se refiere al patrimonio material, que incluye edificios, obeliscos, esculturas, acervos documentales y museológicos y otros artículos de las Bellas Artes. Al mismo tiempo, tenemos el denominado patrimonio inmaterial, que cubre las regiones, paisajes, comida típica y bebidas, bailes, fiestas tradicionales y manifestaciones religiosas.
Incluso hoy, vemos que los gobiernos asumen el papel de preservar y determinar la construcción de los activos de una sociedad. Una gama de expertos, académicos y funcionarios pretende preservar todos estos elementos, que articulan y garantizan el acceso a los recuerdos y las experiencias de un pueblo. Con esto, podemos ver que el conocimiento del patrimonio abarca una preocupación en la democratización del conocimiento y fortalecimiento de la noción de ciudadanía.
Con la diversificación de los grupos que forman parte de la sociedad, podemos ver que los patrimonios también fomentan el diálogo entre diferentes culturas. No pocas veces, cada vez que hacemos un recorrido, tenemos la oportunidad de contemplar y reflexionar sobre los objetos y eventos que conforman la riqueza del lugar que visitamos. En este sentido, la observación de riqueza allana el camino para nosotros tener la oportunidad de reconocernos y reconocer a los otros.
El patrimonio histórico y cultural de un pueblo se constituye de todos aquellos activos tangibles e intangibles que posee y que son importantes para su cultura e historia. El sitio histórico es el lugar donde prevalece la memoria nacional. De esta manera, la conservación es deber de todos, porque tal modo sirve para preservar las características de una sociedad y garantizar la supervivencia de su identidad cultural.
Preserva significa deshacerse de algún mal, mantener libre de corrupción, peligro o daño, conservar y defender. Todo esto preservar. Sabemos que esta actitud tiene muchas implicaciones y es una tarea que una persona no es capaz de hacer. Por lo tanto, es el deber de toda la sociedad preservar su riqueza.
