Con los problemas causados por la acción humana, las personas están cada vez más implicadas con la protección de la piel, pero se engaña quien piensa que esa preocupación es reciente. Las civilizaciones antiguas ya sintieron la necesidad de protegerse contra los rayos nocivos del sol, incluso en aquellas donde el sol era el astro rey. Los médicos recomendaban la exposición a la luz solar como medio para evitar enfermedades, pero esa exposición debe ser moderada, porque el sol en exceso es perjudicial para la salud.
En el antiguo Egipto había diversos inventos de filtro solar, siendo el más antiguo el realizado en el 7800 a.C. En la lista egipcia había extracto de magnolia, jazmín y aceite de almendras. Ya en Grecia, en el 400 a.C., durante los Juegos Olímpicos algunos atletas competían desnudos haciendo uso de una mezcla de aceite de oliva y arena a fin de protegerse contra los rayos solares. La moda del bronceado, sin embargo, es más reciente, comenzando en 1930 en Francia. Años antes de su auge en Francia ya había registros de protectores comerciales en Estados Unidos y Australia.
El primer protector realmente eficaz fue desarrollado en 1944, por el americano Benjamin Greene. Observando las quemaduras de piel en los soldados regresados de la II Guerra Mundial, Greene decidió crear un producto que pudiera ser útil en la protección de la piel contra los rayos nocivos del sol. Ese protector solar era elaborado a base de petróleo, de color rojo y un tanto viscoso.
A lo largo del tiempo, como sucede con otros productos comerciales, el protector tuvo varias mejoras importantes, presentando diversas versiones adaptadas a diferentes tipos de piel. Actualmente, el filtro solar se ha vuelto un recurso indispensable para la prevención de cáncer de piel, causado en especial por el calentamiento global. Diferentes campañas comerciales han servido para establecer un importante cuidado frente al riesgo de melanoma.