Formado a partir de la fragmentación del supercontinente llamado Gondwana, el Océano Índico tiene una longitud de aproximadamente el 73,4 por millón de kilómetros cuadrados. Este gran cuerpo de agua salada se encuentra al este de África, el sur de Asia, al oeste de Oceanía y el norte de la Antártida.
El Océano Índico es el hogar del Mar Rojo, Golfo Pérsico, el Golfo de Adén, el Golfo de Omán, el Golfo de Bengala, Mar de Andaman, Mar Arábigo, el Mar de Java, el estrecho de Malaca, el Estrecho de Ormuz, el canal de Mozambique, etc.
El Océano Índico se encuentra ubicado en un área de convergencia entre las placas tectónicas de la Antártida, África, India, Euroasiática y de las Filipinas. Esta característica provoca fenómenos como los tsunamis y la actividad volcánica, que afectan a miles de personas en los países ribereños del Océano Índico.
Su profundidad media es de 3.900 metros, y el punto más profundo es la fosa Java, a unos 7.500 metros. La temperatura del agua varía según la ubicación. En las zonas más cercanas al Océano Antártico, las aguas son más frías, llegando a un congelamiento en algunas zonas. Las aguas de la parte norte del océano son más calientes debido a la influencia de los continentes, alcanzando hasta 30°C.
Estas diferencias de temperatura desencadenan las monzones, alteraciones climáticas que se caracterizan por el cambio en la dirección de los vientos conforme a la variación de la temperatura entre las porciones continentales y las oceánicas. Siendo así, durante el verano, los vientos fríos se desplazan del Océano Índico hacia Asia Meridional; durante el invierno, los movimientos de los vientos son opuestos, es decir, desde Asia Meridional hacia el Índico.
Las monzones son responsables por la modificación de las corrientes oceánicas, que podrían causar inundaciones en algunas regiones y períodos prolongados de sequía en otros lugares, dañando la infraestructura, la economía, destruyendo hogares, entre otros aspectos negativos.