El individuo se adhiere al grupo social y sociedad a través de la recepción de herencias culturales. La socialización sucede desde su nacimiento, pues, incluso en el parto, existe un conjunto de personas y técnicas que traen consigo el legado cultural e intelectual sobre las relaciones humanas.
La educación se presenta no sólo en la escuela, sino a partir de la introducción a la realidad, que comienza con la familia en la cual son enseñados valores, costumbres y reglas sociales y se encamina a las relaciones interpersonales en las fases de la vida de cada ser.
La educación tiene como principio la transferencia cultural, de manera que las personas se adaptan a la sociedad, descubren las capacidades de su potencial y contribuyen a la evolución social de nuevas generaciones.
El proceso educativo va más allá de la educación escolar formal, pues un niño al hablar las primeras palabras y dar los primeros pasos ya consigue asimilar varios aprendizajes a través del contacto con el mundo. A medida que hay aumento en el aprendizaje más complejo la educación se vuelve más profunda, y ese saber adquirido acompaña al individuo por toda la vida.
La educación no puede ser un proceso pasivo, porque cuando el estudiante aprende desarrolla su potencial, su capacidad de pensar y de observar el mundo y crece de forma automática como un individuo que compone y puede cambiar la sociedad interactuando dentro de ella.