Conozcamos los efectos tóxicos del níquel, su composición cancerígena y por qué son necesarios ciertos cuidados al realizar contacto directo con objetos realizados a partir de ese metal.
Es un hecho que algunas personas son más propensas a los efectos negativos de níquel, pero eso no quiere decir que todos, sin excepción alguna, deban ser informados sobre las posibles consecuencias del uso prolongado de accesorios conteniendo níquel.
El níquel, en los últimos años, fue elegido para componer una aleación de uso intensivo: acero inoxidable, cuya composición es 74% de hierro, 18% de cromo y 8% de níquel. También conocido como acero inoxidable, él es usado para componer los más variados productos, entre ellos: muebles, piezas de automóviles y utensilios domésticos, herramientas, joyas…
La aceptación de acero inoxidable por el consumidor dio origen al problema: como este elemento no sufre oxidación (herrumbre), fue escogido para componer relojes de pulsera. El hecho de ese material no reaccionar con sustancias como nuestro sudor (ácido), por ejemplo, fue lo que prevaleció en su elección.
El reloj de pulsera está en contacto con su usuario prácticamente todo el tiempo, además, son comunes las quejas de picores y eccemas por parte de personas que utilizan ese tipo de accesorio clásico. Esos factores, sumados a estudios en laboratorio, reflejan que el níquel interfiere en nuestro organismo.
El níquel actúa en enlaces de nucleótidos de ADN, haciendo que se unan de forma equivocada, lo que lleva a una secuencia incorrecta de ADN. Una modificación en esa estructura puede resultar en cáncer, de ahí los efectos cancerígenos del níquel. Por tanto, se debe permanecer alerta al contacto excesivo con este metal.