Al derrotar a Napoleón Bonaparte en la batalla de Leipzig, las naciones monárquicas que lucharon contra el célebre general esperaban enterrar de una vez las promesas liberales que fomentaron la llegada del militar al poder. No siendo suficiente su derrota, las fuerzas nacionalistas tuvieron el cuidado de aislar al emperador francés en la isla de Elba. La precaución, aparentemente exagerada, fue justificada cuando Napoleón huyó del lugar y regresó a Francia para asumir el llamado «Gobierno de los Cien Días».
Tratando de recuperar el poder, Napoleón fue derrotado nuevamente en la Batalla de Waterloo. Esta vez, no dispuestos a cometer el mismo error, las fuerzas que ganaron decidieron aislarlo en la remota isla de Santa Elena, situada en el Atlántico Sur. La gran preocupación del momento fue anular la figura de Napoleón sin que fuera necesaria su muerte. Eso porque la muerte con la espada podría desencadenar la figura de mártir sobre Napoleón entre los ideales liberales.
Después de seis años de aislamiento en Santa Elena, Napoleón Bonaparte murió de una complicación gástrica no muy clara en la época. Con el tiempo, muchos han llegado a sugerir que el mandatario sufría de algún tipo de cáncer. Sin embargo, otros se siguen debatiendo acerca de si Napoleón murió de intoxicación, ya que su muerte podría enterrar cualquier posibilidad de inestabilidad en el tradicional poder monárquico en Europa.
Al llegar a la segunda mitad del siglo XX, los científicos estaban interesados en descubrir cómo el legendario francés había muerto. En la década de 1960, un equipo de científicos británicos consiguió detectar la presencia de arsénico en el cuerpo de Napoleón mediante el análisis de su cabello. Al ser un tipo muy común de veneno en el tiempo, muchas personas pronto llegaron a la conclusión de que los enemigos de Napoleón planearon su muerte por ingestión de sustancias tóxicas.
Después de algún tiempo, algunos estudios albergaban dudas sobre el posible envenenamiento. Los argumentos que suscitan duda apuntan a que varios remedios de aquel momento histórico llevaban el mismo elemento en su composición. En tiempos más recientes, la teoría de que Napoleón había sido afectado por el cáncer fue probado por la ropa del «pequeño cabo». Con el tiempo, el tumor de estómago disminuyó el apetito y por lo tanto explicaría su pérdida de peso.
Aún no satisfechos con esta explicación, un grupo de académicos de la Universidad de Texas se empeñaron en la búsqueda de una explicación para el cáncer que se cobró la vida de Bonaparte. Después de haber desarrollado probablemente una úlcera, los investigadores estadounidenses concluyeron que el cáncer era una consecuencia de la ingesta regular de la ración administrada por los ejércitos franceses en la época en que el gobierno se inclinó hacia las guerras napoleónicas.
En general, la comida que se ofrece en el campo de batalla era abundante en carnes y otros alimentos preservados con sal. Además, era extraña la presencia de algunos vegetales o frutas para contrarrestar el número de calorías. Suponiendo que Napoleón hubiera sido objeto de este tipo de dieta durante mucho tiempo, los científicos han concluido que el modo de dieta alimentaria era el «veneno» que llevó a la muerte de esta figura histórica.