Ubicada a 3700 kilómetros de la costa de Chile, la isla de Pascua cobija uno de los más curiosos misterios de la humanidad. Alrededor del año 1000, un grupo de polinesios realizó la ocupación de ese territorio y le dio el nombre de Rapa Nui.
Sin muchos recursos disponibles, los polinesios utilizaron sus conocimientos de navegación para buscar a sus familiares y ejemplares de plantas que hicieron posible la vida en la pequeña isla de 165 kilómetros cuadrados.
Sólo este proceso de ocupación ya revela un gran evento relacionado con la complejidad de las personas que poblaron la isla. Sin embargo, el hecho más intrigante giraba en torno a la fabricación y transporte de los moái. Los moáis son enormes estatuas, realizadas en las proximidades del volcán Rano Raraku, teniendo cuatro metros y cerca de catorce toneladas. Incluso hoy en día, no hay ninguna función conocida sobre esas enormes estructuras.
Además de la significación desconocida, muchos científicos, geólogos, matemáticos e ingenieros se preguntan como realizaron el transporte de 887 estatuas que aparecen dispersas por toda la isla. Hace mucho tiempo, una primera hipótesis fue que los polinesios consumieron la mayor parte de los árboles para establecer el desplazamiento local de los moáis. Esta explicación se basa en la aparente falta de árboles que presenta la Isla de Pascua.
Sin embargo, a pesar de la lógica, la hipótesis mencionada se ha visto seriamente afectada cuando, en 1993, una empresa de Japón decidió reconstruir quince moáis que habían sido derrumbados por un tsunami en la década de 1960. Inicialmente, las técnicas y máquinas utilizadas para la ejecución del proyecto se establecieron en un plazo de sólo cuatro meses para que todo se resolviera.
A lo largo de su recorrido, los participantes se vieron frustrados al ver que los cálculos, máquinas ultramodernas y grúas estarían lejos de cumplir la tarea en un corto plazo. Finalmente, el trabajo sería concluido tres años más tarde, en 1996. Por lo tanto, el misterio de los moáis sigue intacto, al igual que los rostros esculpidos en las piedras volcánicas.