El Discurso del método (en francés: Le Discours de la Méthode) es la obra más relevante de René Descartes en la que resume sus preceptos filosóficos. El precepto básico metodológico señalado por Descartes en este libro es que sólo se puede considerar como verdadero lo que es evidente, es decir, intuitivo, con claridad y precisión. Para ello, debemos deshacernos de lo mitológico o especulativo y debemos profundizar en los cimientos del conocimiento.
Debido a que la intuición no siempre es una cosa fácil de desarrollar, las pruebas se ven comprometida y, por tanto, se sugieren alternativas o adicionales de preparación, como el “examen”, la “síntesis” y la “enumeración”. Todo está estrictamente sujeto a la razón, la lógica, que no se puede refutar fácilmente, desmentido, desdicho, probado como falso e infundado. Un concepto profundamente matemático.
En resumen, Descartes establece que para lograr la construcción de la ciencia y sabiduría de la vida se deben seguir los dictados de la razón, que, de acuerdo con las reglas básicas de la matemática, se manifiesta por instituciones y por análisis. Sin embargo, la clave es “lograr el objetivo real”, sin la cual el análisis habría sido inútil o no tendría sentido. Como filósofo, se ocupa de preguntas, buscar respuestas a cuestiones metafísicas. En la serie de los términos dispuestos de forma racional se encuentra “yo dudo, luego pienso” y de ahí llega al “pienso, por tanto, existo”, la famosa frase de “Cogito, ergo sum”.
Hay que tener en cuenta que todas las dudas representan una certeza de que puede estar equivocado, pero es la base para seguir dudando: “dudo” lleva al “pienso” y ello conduce al “existo”, por ejemplo.
Con esta secuencia de razonamiento se pretende dar un salto sobre el abismo que separa a la subjetividad de la objetividad. Algo implícito e inamovible en todo el pensamiento cartesiano se encuentra en la religión.
En la última parte de su discurso, Descartes comienza a pensar en la religión, probablemente motivado por el contexto social y religioso de su época. Descartes vivió en el siglo XVII y él tenía que evitar el riesgo de terminar en la hoguera por una Inquisición eventual. Todo ello le condujo a un momento existencial, lo que le hizo repensar la publicación de su obra.
Concluye su obra diciendo que tiene plena consciencia de que el libro no podrá servir para hacerlo famoso (error determinado) y que él no tenía la menor intención de alcanzar la fama (quizás por un punto de falsa modestia).
