En el proceso de consolidación del primer imperio babilónico (1800-1600 a.C), se observa el camino que llevó a la civilización a someter a una gran proporción de la población que se encontraba en Mesopotamia. Entre los muchos reyes que llevaron a cabo la formación de una estructura fuerte y política centralizada, se destaca el papel desempeñado por Hammurabi, rey de Babilonia que gobernó entre los siglos XVII y XVIII.
Tratando de garantizar el ejercicio de su poder en el rico territorio de Mesopotamia, el monarca decidió llevar a cabo una reforma legal que establecía una serie de cambios importantes. Hasta su gobierno, las leyes que regulaban los derechos y deberes de los babilonios fueron transmitidas a través de la palabra hablada. Es decir, toda la ley que vino de la autoridad real y destacó la tradición jurídica de la población pasó de boca en boca.
A menudo, este tipo de ambiente personalizado de decisiones para la contención y algunas modificaciones podría amenazar la estabilidad de un régimen controlado por un solo individuo. Por ello, el rey Hammurabi ordenó la creación de un código de leyes que constaba de aproximadamente 280 artículos debidamente registradas en un enorme monolito, que llevó en su parte superior una imagen en relieve del mismo rey. Así nació uno de los más antiguos códices leyes escritas en la historia humana.
En general, el Código de Hammurabi se basa en la anterior Ley de Talión, que proclamó el principio de “ojo por ojo, diente por diente”. Por lo tanto, podemos ver que en muchos casos, las leyes escritas por Hammurabi favorecían la adopción de una sanción similar a la del tipo de crimen cometido por su ofensor. Sin embargo, cuando participaban personas de diferentes clases sociales, estas sanciones podían ser muy variadas.
Preocupados con la aplicación de las leyes en territorio dominado, Hammurabi se encargó de producir copias del código que deberían ser fijadas en las diferentes regiones de su imperio. Por lo tanto, fijaba un medio para la homogeneización de las decisiones jurídicas que debían tomarse y, al mismo tiempo, garantizaba los medios para legitimar su propia autoridad. Incluso con la caída del Imperio de Babilonia, nos encontramos con que muchas civilizaciones han inspirado este legado jurídico importante para organizar su propio conjunto de leyes.