Muchas personas creen que el proceso de la evolución del hombre evoca necesariamente una lógica en que nuestros antepasados se consideran una versión inferior o menos funcional de la que presentamos hoy. Así pues, la palabra evolucionar establece la sensación de que los hombres del pasado son peores de aquellos que están por venir. En realidad, se engaña aquel que cree en esa distorsión que ofrece una visión incompleta de la humanidad.
Estudios reciente demuestran que nuestros antepasados poseían características físicas que colocarían a nuestros atletas mejor preparados hoy al final del podio. El antropólogo australiano Peter McAllister señaló que los aborígenes australianos de 20.000 años atrás podrían alcanzar velocidades superiores al maratonista Usain Bolt, el actual plusmarquista de los 100 y 200 metros. Para probar esto, él emprendió un complejo estudio biométrico de huellas de seis fósiles encontrados en una laguna.
Según sus conclusiones, estos seres humanos tempranos podrían llegar fácilmente a una velocidad media de 37 km/h sobre una superficie irregular. En su historial, el velocista jamaiquino Usain Bolt alcanzó los 42 km/h. de esa manera, ofreciendo las condiciones de preparación de un atleta olímpico contemporáneo, esos antiguos aborígenes de Australia podían llegan a una velocidad cercana a 45 km/h.
En otra de sus teorías, el investigador señala que algunos antepasados más recientes también realizarían o superarían marcas olímpicas sin demasiada dificultad. A través de fotos tomadas por un antropólogo alemán a principios del siglo XX, fue comprobado que los jóvenes tutsis, de Ruanda, podían saltar hasta 2,52 m de altura en uno de sus ritos de iniciación a la edad adulta. Comparativamente, estos jóvenes superarían en siete centímetros la marca de salto con pértiga del mundo.
Reservando una provocación final para aquellos hombres que pasan horas en los gimnasios, el antropólogo australiano dijo también haber investigado la estructura de cuerpo de la mujer Neandertal. En una rápida comparación, se dio cuenta de que estas mujeres tenían hasta un 10% de la masa muscular más que un hombre común europeo. Por lo tanto, a través de la preparación adecuada, tendrían el 90% de la masa muscular que Arnold Schwarzenegger a la altura de su carrera como culturista.
Más que simple curiosidad, esta información nos revela que el proceso evolutivo no gira en torno de la idea simple de perfección o mejora. En aquel tiempo, nuestros antepasados poseían cualidades adaptadas mejor a las características impuestas por su medio. Actualmente, las transformaciones naturales actuales ciertamente colocarían a esos hábiles atletas en situaciones embarazosas o ni siquiera lograrían sobrevivir en un mundo como el de hoy.