A principios del siglo XX, los habitantes de la selva africana tenían la costumbre de introducirse por densos bosques en busca de carne de mono. Durante la cacería, muchos monos demostraron fuerza y mordían a sus futuros depredadores. Cuando conseguían abatir a un ejemplar, esos cazadores colocaban el animal muerto y ensangrentado en sus espaldas. No pocas veces, la sangre del primate abatido entraba en contacto con las heridas de aquel cazador africano.
En ese momento, el SIV o VIS (virus de inmunodeficiencia en simios), un virus que ataca el sistema inmunológico de los simios, entraba en contacto con el cuerpo humano. En poco tiempo, la acción de este microorganismo dio lugar al VIH, responsable del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Entretanto, varios comerciantes de carne de mono circulaban por el territorio africano en ciudades donde gastaron su beneficio con prostitutas locales. De esa forma, el SIDA alcanzaba a sus primeras víctimas.
Inicialmente, el reconocimiento de la enfermedad y su transmisión por acto sexual eran totalmente desconocidos. Los informes de los síntomas del SIDA se equivocaron comúnmente por algún tipo de neumonía o anemia profunda. Al llegar a la década de 1960, las diversas guerras de independencia en el continente africano significaron que algunos infectados se refugiasen en Europa. A partir de entonces, el virus del SIDA fue diseminado en nuevas regiones del planeta.
Uno de los primeros casos registrados en las Américas apareció en Haití, en el año 1978. En la década de 1980, un período en el cual la enfermedad comenzó a tener mayor notoriedad, las explicaciones para el SIDA circulaban en torno a varios hipótesis. Inicialmente, algunos especialistas señalaron que el SIDA fuera una especie de cáncer que afectaría solamente a personas homosexuales. Además, se evitaba que el contacto con enfermos de SIDA fuese evitado.
Debido a la alta mortalidad, varias nociones erróneas comenzaron a dirigirse contra los portadores del virus del VIH. Sin embargo, en décadas recientes, la nueva investigación indica las formas de transmisión de la enfermedad son múltiples y que cualquier persona – independientemente de su opción sexual – podría ser afectada por el síndrome. En paralelo, el desarrollo de potentes medicamentos ofrece una mejor calidad de vida para las personas infectadas, pudiendo llevar una tasa de mortalidad cercana a la población general.
A pesar de tanta información disponible, vemos que la cuestión de los prejuicios y otros mitos está ligada a la enfermedad. En muchos casos, los jóvenes son ignorantes de la necesidad de usar preservativos porque saben que los fármacos pueden ofrecer una vida relativamente cómoda. En total, unos 25 millones de personas han sido víctimas de la enfermedad y otros 33 millones son portadores del VIH en todo el mundo.