¿Cómo es la muerte prematura de un padre para un niño? ¿Qué se debe hacer? ¿Qué decir? ¿En qué piensan? ¿Cómo lidiar con esta situación tan abstracta para los niños? Tal situación dada puede generar inseguridad y miedo de la madre en relación a su hijo.
Lidiar con la muerte del cónyuge, cuando de la relación nacieron uno o más hijos, es una misión doblemente difícil. Además de la convivencia con la soledad de la viudez, existe el sufrimiento de la madre o padre que ven a los hijos entregado al estatuto de huérfanos, sobreponiéndose frecuentemente este último dolor al primero. Por esa razón, la preocupación de quien permanece vivo es casi siempre tomar ese acontecimiento brutal e irreversible en un hecho menos doloroso para los más pequeños.
Para estas situaciones, por desgracia, no hay existen fórmulas mágicas y el sufrimiento es inevitable, independientemente de la edad de los implicados. Cuando no hay que ninguna manifestación de dolor a veces es más preocupante que cuando emanan sentimientos de tristeza y rabia exteriorizados abiertamente, ya que, frecuentemente, los niños niegan su propio dolor para proteger a los adultos, cuyo sufrimiento se constata. Los niños responden de forma diferente a la muerte, consonante al estadio de desarrollo en que se encuentran. Por esta razón, conocer la forma de como los diferentes grupos etarios hacen frente al proceso de luto es un dato importante, en la medida en que eso podrá permitir una actuación más eficaz.
Centrándonos en la fase etaria de los 2 a 5 años, según Piaget, el niño se encuentra en una etapa de pensamiento intuitivo o pre-operatorio. En este momento, el sistema de pensamiento que los niños típicamente utilizan es creativo e intuitivo. La intuición permite al niño liberarse de las limitaciones impuestas por la realidad, aunque investigaciones recientes hayan mostrado que los niños en edad preescolar tienen mayor capacidad de lo que se pensaba en hacer distinción entre lo real y lo imaginario. En esta edad, los niños ya tienen capacidad para pensar, reflexionar, preguntar y ya poseen un cierto grado de autocontrol. Es también típico en esta etapa del desarrollo, el pensamiento mágico, esto es, la abundancia de supersticiones y de fantasías, que son tenidas como reales. Por esta razón, es frecuente que los niños simulen que la persona fallecida sigue a su lado e interactúa con ella.
Aunque los niños tienen una tenue noción del suceso trágico, fácilmente se confunde y necesita escuchar repetidamente las explicaciones de lo sucedido. Habida cuenta de esta necesidad, es esencial que los adultos más cercanos, en términos afectivos, se muestren disponibles para hablar sobre el asunto y para oír, nunca debiendo fingir que nada sucedió. Cuando los niños no son informados de la verdad, el riesgo es mayor, porque sus fantasías sobre la muerte pueden ser todavía más crueles a la realidad. El lenguaje usado para revelar la muerte debe ser simple y adecuado a la edad del niño, evitando sin embargo el uso de eufemismos, tales como el sueño profundo.
En este grupo de edad es frecuente que los niños consideren la muerte como un acontecimiento reversible, es decir, reparable o mutable. Por este motivo, frecuentemente simulan la muerte de sus juguetes, reanimándolos a continuación. La temática de la muerte puede así ser representada en las actividades lúdicas del niño siendo esto normal y hasta saludable.
La muerte siempre deja una herida abierta que solo sanará al niño si tiene la oportunidad de realizar el luto, lo que implica obligatoriamente dolor, un dolor que apenas puede ser reducido hasta un cierto límite.