No es ningún secreto que la vitamina es necesaria para nuestra supervivencia, sin embargo, es importante prestar atención para aquellas cuyo consumo excesivo puede resultar perjudicial.
Vitaminas solubles
La absorción de las vitaminas que ingerimos diariamente está directamente asociada a la solubilidad de las mismas. Las vitaminas solubles se subdividen en dos grupos: las hidrosolubles y las liposolubles.
Vitaminas hidrosolubles: son aquellas que se disuelven en agua, pero no se disuelven en grasas. Debido a su solubilidad en agua, la vitamina C se elimina con facilidad por nuestro cuerpo y puede causar un déficit en nuestro cuerpo. El resultado es la aparición de enfermedades como el escorbuto.
Vamos a entender un poco más detrás de la vitamina C. La presencia de los grupos OH (hidroxilo) en la molécula aseguran que ella se disuelva en medio acuoso. En razón de esa facilidad en disolverse, las vitaminas hidrosolubles son rápidamente eliminadas por el organismo a través de la orina. La solución es consumir la vitamina con más frecuencia. El consejo es de ingerir alimentos ricos en vitamina C, que es clasificada como hidrosoluble.
Vitaminas liposolubles: el término ‘lipo’ viene de la palabra grasa, por tanto, ese tipo de vitamina se disuelve en sustancias orgánicas y se absorbe por nuestro organismo.
Las vitaminas liposolubles e hidrosolubles
Vitaminas insolubles
La vitamina A es un gran ejemplo de la vitamina que no se disuelve en el agua debido a su composición: está formada por grandes cadenas y tiene solamente un grupo OH. Es fácil de predecir que el consumo excesivo de esa vitamina puede resultar peligroso; ella forma un tipo de precipitado insoluble que puede quedar retenido en órganos como el hígado, causando diversos problemas, como dolor de cabeza e insomnio.