Al discutir la expansión marítima y comercial, tendemos a destacar un gran número de razones políticas y económicas que permitieron la ocurrencia de este hecho histórico. Sin duda, estos factores son de entendimiento fundamental sobre este nuevo momento cuando los hombres salen de su patria para descubrir otras localidades y pueblos de todo el mundo. Sin embargo, tal ambición no cierra las posibilidades de explicación materialista ligada a las grandes navegaciones.
Partiendo hacia otro referencial interpretativo, debemos atenernos al hecho de que varias historias sobre tierras lejanas rodeadas de maravillas y criaturas terribles circularon entre los europeos incluso antes del descubrimiento real de otros continentes. Entre otros documentos podemos destacar el Libro de las maravillas (Los viajes de Marco Polo), una obra escrita por el navegante italiano Marco Polo en el año 1300 y donde relata la exuberancia y riqueza de distantes civilizaciones de Oriente.
Teniendo fuerte rasgo medieval, esos informes se basaban en el pensamiento religioso cristiano al alternar relatos que hacían recordar la búsqueda del paraíso perdido o el temible descubrimiento del infierno. Además, varias concepciones científicas anteriores a ese periodo defendían la comprensión de la tierra como un gran plano limitado por un gran abismo, donde se encontraban fieras terribles. De esa forma, el deseo por lo nuevo y el temor a lo desconocido traían una contradicción en la búsqueda de aventuras por el mar.
Esta visión maniquea de origen medieval no fue simplemente abandonada desde el momento en que los navegantes europeos desarrollaron técnicas de navegación seguras y desmintieron varios de los mitos acerca de las tierras más distantes. Al llegar a América, por ejemplo, algunos marineros solían hablar sobre las costumbres, consideradas demoníacas, de las poblaciones nativas y de la riqueza sin fin encontrada en aquel nuevo entorno que les rodeaba.
Valiéndose de sus propios registros cartográficos del siglo XVI tenemos una serie de imágenes y grabados que desarrollaron esa concepción de manera más clara. En algunos mapas, cada continente fue descrito por medio de la representación de cuatro mujeres diferentes, siendo Europa el símbolo de orgullo y de soberanía; África, una mujer negra, rodeada de flora y fauna y con pocos adornos; Asia, una princesa rodeada de especias; y Estados Unidos, un joven salvaje desnudo.
A partir de ello, podemos entender que las grandes navegaciones de hecho cumplen un nuevo momento en la historia donde los hombres europeos ampliaron su visión del mundo. Sin embargo, ese momento todavía estaba inmersa en varias permanencias en que los valores religiosos cristianos y mitología medieval fueron claramente vivos en las mentes de aquellos hombres que partieron para el mar.