En 1830, Europa fue sorprendida por los movimientos revolucionarios. Charles X, sucesor de Luis XVIII de Francia, se vio obligado a renunciar a su poder ante el miedo de una insurrección contra él. Bélgica, hasta ahora mantenido baja el poder de Holanda, también se rebeló para garantizar su independencia. En Italia, una nueva Constitución fue impuesta por las asociaciones revolucionarias. En Alemania surgieron movimientos liberales constitucionalistas. Igualmente, Polonia deseaba adquirir su independencia.
La reacción Europea, representada por la Santa Alianza, fue destruida por estas revoluciones. Y de allí vinieron nuevas ideas republicanas y agrupaciones políticas socialistas.
En el año 1848, la revolución volvería a dañar a Europa, principalmente a Francia, Alemania, Austria e Italia. Este período se caracterizó por el fortalecimiento del socialismo y por la victoria final de la reacción en toda Europa.