En el mundo contemporáneo que vivimos una situación, al menos, contradictoria. La tecnología y el conocimiento que permiten la curación de diversas dolencias vienen causando también las epidemias nueva aparición que asustan a muchas personas. En general, el uso de alimentos genéticamente modificados, los pesticidas y su degradación de la misma naturaleza son los factores fundamentales que explican la aparición de epidemias, que no son nada nuevo en la historia humana.
Por más de 3000 años, los egipcios sufrieron una epidemia de viruela terrible que afectó a varios miembros de esta antigua civilización. La misma enfermedad, siglos después alcanzó Japón (siglo VIII) y sirvió como un elemento de dominación de las poblaciones nativas de América, cuando, en el siglo XVI, los colonos españoles transmitieron la enfermedad para los aztecas.
En el siglo V a.C., el mundo griego estaba experimentando un terrible conflicto interno que puso a los atenienses y espartanos en lados opuestos. Conocida como la Guerra del Peloponeso, esta contienda militar terminó marcando la derrota de los atenienses. Según los informes en el momento, como si ya no bastase la habilidad militar de sus enemigos, los atenienses fueron acometidos por una terrible y misteriosa enfermedad que quedó conocida como la gran plaga de Atenas.
Continuando con el mundo antiguo, también cabe destacar la malaria como una enfermedad ya reconocida por los romanos. En el momento, sin saber la relación entre el daño y la picadura del mosquito del género Anopheles, se creía que la malaria sería contraída en regiones impregnadas de aire en mal estado. No por casualidad, como medida preventiva, buscaron ocupar regiones pantanosas. Actualmente, cerca de 250 millones de personas todavía sufren esa terrible anomalía.
En la época medieval, el movimiento de cruzadista fue propicio para que la población europea fuera afectada por la lepra. Los soldados cristianos que fueron afectados por la enfermedad, en lugar de ser vistos con repulsión, tenían las manos besadas en reconocimiento a sus logros. Dos siglos más tarde, debido a las pésimas condiciones higiénicas de las ciudades, la plaga terminó matando a 25 millones de europeos en sólo tres años.
Contrariamente a la creencia popular, la falta de planificación de los espacios urbanos todavía sirvió para la contracción de otras enfermedades con el tiempo. En el siglo XIX, varios centros urbanos asiáticos, europeos y americanos fueron devastados por los efectos devastadores del cólera. Del mismo modo, los efectos de la fiebre tifoidea fueron decisivos para que gran parte de los soldados napoleónicos muriesen durante el precipitado el avance francés contra las gélidas y miserables tierras de Rusia.
En el siglo pasado, los horrores de la Primera Guerra Mundial no podrían ser relacionados solamente al poderío bélico de los países implicados en combate. La gripe española acabó matando a cerca de 20 millones de personas que vivían en la Europa o pasaron por allí en los años 1914 hasta 1918. En el final de ese siglo, la generación de amor libre quedó aterrorizada, cuando, en la década de 1980, el sida se transformó en una cruenta epidemia que hoy acumula 35 millones de infectados.