El concepto islámico de sociedad es teocrático en tanto que el propósito de todos los musulmanes es el ‘gobierno de Dios en la Tierra’. Pero, ello no implica necesariamente la existencia de un régimen político confesional, aunque a veces las autoridades religiosas hayan tenido y tengan una considerable influencia política en específicas sociedades musulmanas. La idea de un modelo de sociedad islámica se basa en la convicción de que todas las esferas de la vida —espiritual, ritual, política y financiera— constituyen una unidad indivisible que debe estar infundida absolutamente por los valores islámicos. Este ideal inspira conceptos tales como Derecho islámico y Estado islámico, y expresa el acentuado énfasis del islam en la vida y en las imposiciones sociales. Incluso los deberes religiosos fundamentales establecidos en los cinco pilares tienen nítidas implicaciones en la vida de la comunidad.
La comunidad de los devotos
La base de la sociedad islámica es la comunidad de los devotos, que queda consolidada por el cumplimiento de las prácticas religiosas. Su misión es ‘infundir el bien y prohibir el mal’ y, de este modo, reformar la Tierra. Pero, la comunidad debe ser moderada y prevenir todos los extremos. A lo largo de la edad media las autoridades religiosas islámicas expresaron un grado de infalibilidad para la agrupación de la sociedad, sin embargo la dominación colonial europea sobre los países musulmanes limitó en ocasiones esta visión. En el siglo XX algunos teóricos islámicos han presentado múltiples concepciones sobre la sociedad musulmana deseable y propuestas de reforma en relación a los modelos convencionales.
Educación
El sistema educativo contribuyó a los grandes progresos culturales del islam. Las universidades se hicieron como fundaciones de educación religiosa donde se constituían los ‘ulemas’ o eruditos religiosos, los ‘cadíes’ o jueces, los ‘muftíes’ o intérpretes de la Ley y otros altos representantes y dignatarios religiosos. Estos empleados públicos constituyeron una relevante clase política, en especial en Turquía y la India, países donde ejercieron gran influencia en la vida pública. Pero, durante el siglo XX los ulemas han perdido gran parte de su antigua influencia en muchos países islámicos, especialmente por causa de que muchos musulmanes optan por alcanzar una educación occidental y no aceptan un método de gobierno religioso en sentido estricto.
En el siglo IX el califa Abdullah al-Mamun fundó una academia en Bagdad para el estudio de materias seculares y para la traducción de las escrituras científicas y filosóficas griegas. En el siglo X, en El Cairo, los califas de la dinastía Fatimí establecieron igualmente una fundación dedicada a la educación secular, la Universidad al-Azhar, que sigue siendo uno de los centros más relevantes de educación del mundo islámico. Es habitual que gobernantes y musulmanes acomodados destinen fondos a estos estudios. Los eruditos islámicos medievales hicieron relevantes aportaciones a la filosofía, la medicina, la ciencia astronómica, las matemáticas y las ciencias naturales. Lo cierto es que, desde el siglo IX hasta el siglo XIII la comunidad islámica fue la civilización más fértil del mundo en el ámbito de la cultura. Es muy importante resaltar el papel que los musulmanes de Al-Andalus ejercieron en la edad media como transmisores de la ciencia y cultura clásicas y como autores de aportaciones relevantes en todos los campos del conocer humano. Al-Andalus fue en esos días el centro cultural más notable de todo el orbe civilizado y desde aquí diseminó la cultura al resto de Europa.
Entre otras famosas universidades islámicas, la Nizamiya, desarrollada en Bagdad en 1067 por el estadista iraní Nizam al-Mulk, impartía Teología, Derecho y Tradición Islámica, y tuvo entre sus colaboradores al célebre filósofo Algazel; la Mustansiriyah, desarrollada en 1234 en Bagdad, impartía Derecho Religioso y otras materias.