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La separación madre-hijo en los primeros años de guardería

Guarderia adaptacion

La adaptación a una nueva situación no necesariamente implica algunos costos en términos emocionales, porque adaptar implica cambiar. El cambio, a pesar de presuponer algún sufrimiento, es inevitable y es fuente de crecimiento personal. Aunque sea fácil comprender esto racionalmente, dejar a un hijo a los cuidados de terceros – como una guardería – es una tarea altamente perturbadora para la figura materna. Para el niño, ese desplazamiento es igualmente difícil, porque esta separación, en una primera fase, sería mucho más divertida si no implicase esa separación de las figuras afectivas. Sin embargo, el parvulario es eso mismo: un espacio donde la madre y otras figuras de referencia del entorno del niño deben quedar ausentes, aunque inicialmente eso implique el llanto y rechinar de dientes.

Aunque no existen fórmulas mágicas, hay algunas estrategias que pueden ayudar a afrontar esta nueva etapa. La primera es el reconocimiento por parte de los padres de que la salida del contexto familiar es importante para estimular la socialización del niño y que, por ese motivo, esa etapa, aunque marcada eventualmente por una cierta tristeza, tendrán sus compensaciones.

A menudo, el primer contacto con la escuela no es muy difícil. El proceso se complica a medida que se va instaurando una cierta rutina. En esas situaciones, si es posible, podrá ser beneficioso para el niño no permanecer en el mismo lugar todo el día sino apenas una parte del mismo, aumentando el tiempo de permanencia gradualmente.

El proceso de adaptación también será más fácil si no se crean muchas expectativas en el niño, es decir, si no se comienza a hablar del gran día con mucha antecedencia. Esta preparación demasiado anticipada es generadora de una fuerte ansiedad negativa e innecesaria. Otro aspecto importante es la despedida. Esta debe darse siempre, no debiendo aprovecharse la distracción del niño para marcharse. La despedida debe ser firme y breve. Aunque no es fácil proceder de esta manera es, sin duda, la mejor forma de realizarse. Es también fundamental que la persona que deja al niño en el centro educativo controle lo máximo posible su ansiedad. Comenzar a llorar en frente del niño o dar señales claras de ansiedad no ayudará a enfrentarla de la mejor manera esa nueva etapa. Si no se consigue resistir y va a llorar más que su hijo, entonces será importante replantearse quién lo irá a dejar en este nuevo espacio.

Los padres son conscientes de una serie de estrategias muy específicas que ayudan a calmar a los niños. Estas estrategias deben ser compartidas con el educador para que puedan emplearse cuando la tristeza asuma grandes proporciones.

Independientemente de todo lo que se ha dicho, es imprescindible tener en cuenta que la adaptación depende de cada niño, siendo esencial, para que todo funcione de la mejor manera, respetar la individualidad de cada uno.

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