La semilla es el resultado del desarrollo del óvulo después de ser fertilizado. Porque las plantas no pueden buscar mejor vida y entornos de desarrollo, como en el caso de los animales, sus semillas tienen mecanismos de protección para la próxima generación, impidiendo que germinen en condiciones adversas de crecimiento de la planta. La semilla más antigua de la que se tiene un registro, y que de hecho germinó, fue una semilla de palma común (Phoenix dactylifera) datada por el Carbono 14 por más de 2000 años. Esta semilla fue descubierta en una excavación en el Palacio de Herodes el Grande, en Masada, Israel, y germinó en el año 2005.
Todas las semillas se componen de dos partes: el tegumento y la almendra. El tegumento está formado por dos membranas, una externa y más resistente (frente) y otra interna y delgada (tegmen). En ciertos casos, como la papaya, la semilla puede presentar una capa suplementaria. La capa de semilla ayuda a proteger el embrión de acciones mecánicas y pérdida excesiva de agua.
La almendra está compuesta por el embrión y las reservas nutritivas ubicadas en el endospermo. El endospermo es rico en óleo o almidón y proteínas, siendo una fuente de alimento que servirá para la primera etapa del desarrollo de la planta. La gémula está situada en la inserción de los cotiledones, originando el brote terminal. Los cotiledones son hojas modificadas que se relacionan con la reserva de elementos nutritivos para la planta. Las angiospermas se utilizan típicamente en las monocotiledóneas (un cotiledón) y dicotiledóneas (dos cotiledones).
Cuando la semilla germina, las semillas de las monocotiledóneas no causan crecimiento hipocólito (región situada por debajo de los cotiledones) y el cotiledón continúa bajo tierra, al igual que en el caso del maíz (germinación hipogea). Ya en la germinación de una planta, el hipocólito se desarrolla, haciendo con que los cotiledones queden encima de la tierra (germinación epigea).