La selección sexual es un caso especial de selección natural, que consiste en la capacidad de un individuo a optar por otro, de sexo opuesto, en razón de algún atributo diferencial que ese contiene. Así, el individuo escogido tiene más posibilidades de fertilizar sus gametos, garantizando la perpetuación de sus genes e, incluso, transmitiendo a la prole tal ventaja evolutiva. Como resultado, tales características tienden a volverse cada vez más frecuentes a lo largo del tiempo y de las generaciones venideras.
Plumajes, colores, cuernos, agresividad, fuerza física o incluso sonido; son aspectos que pueden ser diferenciales en este caso, haciendo al compañero potencial más atrayente que otra de la misma población.
Por lo general, dichos atributos se refieren a características secundarias, cabiendo a la hembra escoger a su futura pareja, ya que esos indican que el animal escogido es el más saludable y resistente que otros individuos de la población.
En anfibios, por ejemplo, las hembras tienden a elegir los machos más grandes y con canto más elaborado. Como estos animales son de hábito nocturno, con menos visión desarrollada, un sonido de timbre más grave indica a estas que su compañero potencial posee tamaño mayor que el de otros individuos de la población. Así, tal factor puede indicar que él sobrevivió a todas las intemperies, como depredadores y presiones ambientales; siendo, por tanto, más capaz que muchos otros que no alcanzaron su nivel.
En el caso de los pavos reales, los machos de cola más larga y vistosa tienden a ser más atractivos y solicitados por las hembras. Tal elección puede estar asociada al hecho de que al conseguir equilibrarse con una cola grande y pesada indican salud y resistencia.
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