La Revolución de febrero de 1917 puede ser considerada una primera etapa que envolvía el contexto específico de Rusia y de la economía mundial de la época. La deposición del poder monárquico ruso fue una demostración de poder capaz de mostrar la fragilidad del sistema capitalista, principalmente en la cuestión de las consecuencias traídas por una guerra mundial hecha para definir de forma brutal el papel económico de las principales potencias.
Rusia, que participó en los conflictos de la Primera Guerra Mundial, poseía una extensa población afectada por una enorme fosa social. De un lado, había masas de campesinos sin condiciones para sobrevivir fuera de la dominación opresora de los grandes proletariados. De otro, la formación de una extensa clase de obreros explotados por un parque industrial fomentado por la acción de grupos económicos extranjeros. Fue en ese cuadro específico que León Trotsky consiguió organizar a gran parte de la población rusa en torno a un proyecto político revolucionario. De esa forma, el partido demanda de las clases trabajadores de la nación continental. En el ámbito externo, las bajas en la Primera Guerra solamente verían fortificar el potencial revolucionario al empeorar las condiciones de una economía que sostenía de forma pésima a la población civil.
En los primeros meses de 1917, la situación llegaría a un punto insostenible. Diversas tiendas de suministros comenzaron a ser saqueadas por la población, por los movimientos huelguistas fueron articulados y una ola de protestas contra el gobierno zarista tomaba las calles de la capital Petrogrado.
Las fuerzas represoras, que ya tampoco reconocían el poder establecido, tomaron parte del derrumbe del gobierno ocurrido el 26 de febrero de aquel mismo año. Presionado por el levantamiento popular, el zar Nicolás II abdicó del poder monárquico instaurando una situación política difícil en el país. Al mismo tiempo en que el parlamento de la mayoría burguesa asumió el nuevo gobierno, los soviéticos rusos comenzaron a concentrarse en la capital con la esperanza de tener sus reivindicaciones atendidas. En la época, las organizaciones trabajadores eran todavía dominadas por una corriente de pensamiento reformista favorable a una transformación gradual. El proyecto de ruptura propuesto por los partidarios bolcheviques sólo tomo fuerza en el momento en que Lenin regresó de su exilio y publicó las Tesis de Abril. Su obra defendía una reformulación del escenario político al oponerse a una orden donde el parlamento sería el instrumento de acción política directo.
En su discurso, Lenin realizó un cuadro todavía más urgente donde las clases trabajadores deberían tener poder decisorio inmediato, un régimen de orden socialista. En su perspectiva, lar evolución debería alcanzar una segunda etapa donde los trabajadores tendrían que decidir cómo la recuperación de Rusia se iba a elaborar. Los opositores de Lenin decían que él forzaba a una nueva revolución con pretensiones de desestabilizar al ‘nuevo’ gobierno en acción. A fin de cuentas, la propuesta de Lenin ganó fuerza frente a las medidas del gobierno de la burguesía parlamentaria.
En abril de 1917, el gobierno burgués se dio un verdadero ‘tiro en el pie’ al mantener a Rusia en los conflictos de la Primera Guerra. Miliukov, jefe del gobierno provisional, renunció a su cargo dando margen para la configuración de un comando compartido entre burgueses y trabajadores. El nuevo gobierno consiguió contener los levantamientos populares y reorganizar los ejércitos rusos. Sin embargo, a partir de junio, nuevas derrotas militares solamente mostraron la inviabilidad del gobierno compuesto por trabajadores y burgueses. Las protestas se potencializaron con fuerza mayor, sin embargo, los levantamientos concentrados en la capital no eran suficientes para traer a un nuevo gobierno al frente del país. Los conservadores se aprovecharon de la situación para intentar excluir a los populares del escenario político. Muchos de ellos pasaron a acusar a los bolcheviques de ser comprometidos con los intereses de los enemigos de guerra al proponer una rendición pacífica de las tropas rusas. Además de eso, los conservadores intentaron apoyar un fracasado golpe militar conducido por el general Kornilov.
El intento de golpe de Estado fue el incidente final y necesario para que la política de Lenin tuviese fuerza. Los trabajadores y soldados rusos hicieron oposición masiva contra un nuevo orden de gobierno dictatorial. Los militares comenzaron a abandonar los campos de batalla de la Primera Guerra, los campesinos intensificaron sus protestas y las ideas de Lenin ganaron mayoría entre los soviéticos. Una nueva revolución se preparaba.