La pólvora fue descubierta en China en el siglo IX y más tarde obtuvo repercusión en todo el mundo. El descubrimiento fue hecho por los alquimistas y fue accidental, prueba de ello fueron las primeras referencias a la pólvora, ellas aparecen como advertencias en los textos de alquimia: no mezclar ciertos materiales unos con otros. Al tratar de buscar un elixir de inmortalidad, los alquimistas produjeron varios incendios al hacer pruebas con los ingredientes azufre y salitre (nitrato de potasio) de ahí e motivo del aviso.
Alrededor del siglo X, la pólvora comenzó a ser utilizada en China. Su uso fue dado con propósitos militares, eran el a forma de cohetes y bombas explosivas lanzadas de catapultas. El cañón surgió a continuación; la pólvora era usada para la propulsión de las pesadas bolas de cañón. Después de China, el uso militar de la pólvora acabó extendido para Japón y Europa.
La pólvora clásica (explosiva) consta de 75% salitre, 15% carbón y 10% azufre. El principal componente, el salitre o nitrato de sodio, cuya composición química es NaNO3, cuenta con alta energía de combustión y explosividad. La pólvora puede clasificarse en dos formas:
Propulsora: es la pólvora usada en las municiones, se quema más lentamente y es constante.
Explosiva: es usada básicamente para fuegos artificiales (pólvora negra). Posee combustión media a alta velocidad, es por eso que genera gran volumen de gas y explota como si estuviera confinada.
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