La mitología nórdica se originó a través de las sagas, historias alabando a los héroes. Surgió alrededor del siglo X, en Islandia, donde las principales familias islandesas, deseosas de la inmortalidad, encargaban a los poetas, hombres de extraordinaria memoria y talento narrativo, contar las hazañas de sus orígenes. Los reyes noruegos adoptaron las mismas leyendas. A esas historias se añadieron elementos fantásticos y míticos, y los héroes se mezclaban con los dioses.
Los pueblos nórdicos fueron los habitantes de los países que ahora se conocen como Suecia, Noruega, Dinamarca e Islandia. Para estas personas, el centro del mundo era Midgard, la casa de los hombres. La casa de los dioses fue Asgard, y alrededor de las dos moradas estaba el mar, la tierra de los gigantes y una gran serpiente. Odin, gobernaba férreamente a dioses y hombres, era conocedor del pasado, presente y futuro. Su hijo Thor era dios del trueno y fue creado a golpes de martillo. Loki, dios del fuego, era el consejero y enemigo de los tramposos.
En Asgard se encontraba el paraíso del Valhalla, donde las Valkirias, mujeres guerreras, llevaban a los héroes muertos en combate. Allí vivían eternamente jóvenes, en luchas cazadas y banquetes, a la espera de resurrección en el mundo de los hombres. Tenían que enfrentar a los gigantes, los monstruos, la serpiente y el hijo de Loki. Los héroes serían vencidos y la tierra quedaría oscura y fría hasta que la vida recomenzase. Quien no moría en combate iría para el reino de Hell, eternamente helado y sumido en la oscuridad.