La Iglesia Católica mantuvo una herencia romana que formaría la unión entre las distintas naciones de Europa occidental: el latín. Esta lengua se empleó en la ley, ciencia, filosofía y en casi toda la literatura antes del siglo XIII. En latín escribieron grandes filósofos de la edad media, como Pedro Abelardo y Santo Tomás de Aquino.
Abelardo era consciente de su talento. Como profesor, obtuvo un éxito extraordinario. Durante varios años estudió y trabajó en París, atrayendo a grandes multitudes a sus conferencias sobre filosofía y teología. Su vida fue agitada y se hizo famosa por su romance con Eloisa, sobre lo cual escribió pungentemente en su autobiografía llamada Historia Calamitatum (Historia de mis desventuras).
Todo el pensamiento de Pedro Abelardo fue basado en la lógica y la dialéctica. Una de sus obras famosas fue Sic et Non (Sí y no). Después de una introducción rápida, la obra se divide en cuestiones teológicas y filosóficas y bajo cada una, en columnas opuestas, hay dos citas, una apoyando la afirmativa y otra la negativa. Escribió Nosce te Ipsun (Conócete a ti mismo), tratado de filosofía moral en que apoya la idea de que el pecado no se encuentra el acto que se practica, sino en la intención.
Santo Tomás de Aquino fue el más famoso de los filósofos escolásticos. El cristianismo de Alta Edad Media fue construido a partir de su pensamiento, basado en la obra Summa Theologiae (Suma Teológica), que ejerció un profundo despertar en el espíritu cristiano de la época.
El gran santo de la iglesia desarrolló su pensamiento admitir la supremacía de las autoridades de la iglesia sobre el poder temporal, argumentando que la verdad absoluta se logra a través de la razón, pero con la ayuda de la fe. También escribió sobre política y economía.