En cierto periodo de la historia de Egipto, hubo una gran disputa política entre el faraón y la élite religiosa y administrativa. De esa manera, ambas partes entraron en desacuerdo y los miembros de la élite, interesados en chocar frontalmente con el faraón, permitieron que algunos pueblos extranjeros se adentrasen en el territorio egipcio.
Fue en este contexto que los hicsos, pueblo de origen asiático, ocuparon la región norte de Egipto, próximo al delta del río Nilo en busca de alimentos pues, según ciertos historiadores, su antiguo territorio quedó afectado gravemente por una fuerte sequía.
Así, la invasión fue hecha con un solo objetivo: encontrar tierra fértil para la agricultura. Su delicada situación era completamente factible gracias al abastecimiento del río Nilo.
Otras razones que favorecieron esa invasión se asocian a la estructura militar, bastante limitada y retrasada en relación a otros pueblos fronterizos. Por ejemplo, la civilización faraónica poseía solamente infantería a pie, no tenía jinetes en su ejército.
Recapitulando, mientras que Egipto estaba inmerso en la tensión política interna entre faraones y las élites de la sociedad, los hicsos estaban desarrollándose económica, social y militarmente, equipándose con armas bastante resistentes y caballos de guerra. De esta manera, cuando perpetraron la invasión, no encontraron muchos obstáculos para establecerse en la zona.
Esa relación entre hicsos y egipcios, conviviendo en un mismo territorio, fue inicialmente pacífica. Ambas sociedades tenían una buena relación mutua, pero no tardaron en florecer diferencias que desencadenaron en fuertes disputas de poder.
De acuerdo con algunos informes en documentos de la época, las interacciones comenzaron a desgastarse una vez que los gobernantes hicsos extendieran su fuerza por el territorio, incluso adorando y manteniendo algunas tradiciones y costumbres egipcias. Algunos historiadores sostienen que su mayor error fue precisamente la no imposición de su cultura. A partir del momento en que conquistaron un territorio sin imponer su cultura sobre la del pueblo conquistado se posibilitó el riesgo de un conflicto a largo plazo; al mismo tiempo que preservaron ciertos valores arraigados en esa civilización, concedían libertad para preservar costumbres de su cultura original. En consecuencia, los dominados no consiguieron abandonar sus orígenes y su inadaptación fue motivo de futuras revueltas contra su nuevo dominio.
Desde el lado de los egipcios, así como sucedería con cualquier Estado que perdiera alguno de sus territorios o colonias, surge un sentimiento de inconformidad y así el anexo de esos territorios termina siendo inevitable.
Para recuperar su unidad política, el ejército del Antiguo Egipto tuvo que entrar en dos batallas. Los hicsos no fueron sus únicos enemigos en la región. Al norte, se libró una batalla contra las fuerzas egipcias y, al sur, hubo otra guerra contra los nubios, pueblo que favorecía a los hicsos.
El Estado egipcio acabó saliendo victorioso de esas batallas recuperando sus territorios y consolidando todavía más el Imperio Egipcio.