La teoría más aceptada para explicar la formación de la Tierra sugiere que se originó en una explosión cósmica, el Big Bang. De acuerdo con los cálculos realizados a partir de las imágenes enviadas por una sonda espacial, el Big Bang habría ocurrido hace aproximadamente 13,7 mil millones de años (con un margen de error limitado al 1%). En esa explosión, la materia, que estaba extremadamente condensada, se extendió por el universo y, incandescente a alta temperaturas, dio origen a todos los cuerpos celestes, inclusive nuestro planeta.
Como la Tierra perdía temperatura rápidamente, las capas superficiales se solidificaron, dando origen a la corteza terrestre. Formada por grandes masas rocosas, la corteza pasó a basar los continentes y el fondo oceánico.
A partir de la configuración final de la Tierra, es decir, después del enfriamiento y estabilización relativa de la corteza (las masas continentales todavía se mueven, como se verá más adelante), varias capas comenzaron a superponerse.
Por último, en virtud de su composición, es posible dividir la Tierra en tres capas principales, desde la superficie hasta el núcleo. La corteza es la capa superficial de la Tierra, con un espesor que varía desde 7 hasta 35 km, alcanzando unos 60 km en las regiones montañosas. De hecho, la corteza ‘fluctúa’ en las capas inferiores, como un iceberg en el océano. Es decir, solamente una parte de la corteza está expuesta.