Este último periodo de la Prehistoria delimita el conjunto de transformaciones que inician con la aparición de las primeras civilizaciones de la antigüedad. En este momento los primeros utensilios formados por la manipulación de aleaciones metálicas dieron lugar a las primeras herramientas. Los primeros materiales utilizados fueron el cobre y el bronce. Poco tiempo después fue dominada la técnica de función de hierro.
Alrededor del año 3000 a.C., el bronce era producido en Egipto y Mesopotamia. Algún tiempo después el mismo material fue manejado en regiones de la Península Ibérica. En Asia menor, alrededor del año 1500 a.C., el hierro comenzó a fusionarse. Debido a su difícil obtención, el uso de este mineral se ha extendido poco a poco. Su mayor resistencia era de gran importancia para que los materiales de guerra fuesen adoptados. La fabricación de armas de hierro permitió incluso la supremacía de algunos pueblos de la época.
Con la manipulación de metales, se presentó un nuevo tipo de ocupación: el arte. Con el tiempo, esta nueva actividad se creó junto con los primeros centros urbanos de la antigüedad. Las comunidades agrícolas se convierten en ciudades autosuficientes, realizando la llamada revolución urbana. Según algunos estudios, los primeros centros urbanos se presentaron en la parte sur de Mesopotamia, donde la civilización sumeria surgiría poco después.
El desarrollo de sociedades complejas terminó requiriendo una nueva configuración política. La autoridad familiar y patriarcal demostraría ser insuficiente para el control de los diferentes grupos sociales y las grandes ciudades. Fue entonces que surge el Estado como una institución política responsable de definir las acciones a ser emprendidas en favor de las poblaciones de la ciudad. Las obras públicas, la regulación del comercio y la organización de las actividades agrícolas comenzaron a ser gestionadas por las autoridades del Estado.
