A lo largo de la historia, la formación de colonias fue cómo la especie humana se ha extendido en todo el mundo.
En la prehistoria, la colonización de los territorios no fue acompañada generalmente por el uso de la fuerza – excepto para combatir a los animales que ocupan.
En tiempos más recientes, sin embargo, el crecimiento demográfico y económico en varios países de Europa y Asia (mongoles y japoneses) dio lugar a una nueva forma de colonización que tuvo el carácter de dominación (ya veces exterminio) de los pueblos distantes que ocupaban territorios y sus recursos naturales, la creación de grandes imperios coloniales. Uno de los aspectos más importantes de esta colonización fue la esclavitud, con la “exportación” de una gran parte de la población de África a las Américas, con consecuencias negativas tanto para el continente negro, y los descendientes de esclavos que perduran hoy en día.
En el siglo XIII, los mongoles sucesores reyes de Genghis Khan construyó el mayor imperio colonial nunca, que cubre casi toda Asia y parte de Europa del Este. En el siglo XIX, los japoneses empezaron a expandirse, y en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, Corea dominado gran parte de China, Indochina, Filipinas y entonces colonia de las Indias Orientales Holandesas (actual Indonesia).
El colonialismo europeo estaba cubriendo la mayor parte del mundo fuera de ese continente, después de haber sido completamente ocupado las Américas y Australia hasta el siglo XVII, y la mayor parte de África hasta el siglo XIX. En 1885, las diferentes regiones – los países actuales – África fue dividida por las potencias coloniales europeas en la Conferencia de Berlín.
La explotación desenfrenada de los recursos de los territorios ocupados – incluyendo su población, convertidos en esclavos que se distribuyen en el resto del mundo – ha dado lugar a los movimientos de resistencia de la población local y en última instancia de su independencia en un proceso conocido como descolonización, poniendo fin a estos imperios en el medio siglo XX.
