Juana de Arco (Jeanne d’Arc, en francés), fue uno de los principales personajes de Francia a lo largo de toda su historia. Hija de campesinos, Juana de Arco nació en 1412, en Dóremy y entró en la historia de Francia como la heroína que garantizó el estímulo nacionalista necesario a favor de los franceses en relación a la Guerra de los Cien Años contra Inglaterra.
A los 12 años de edad, Juana de Arco, que tenía una sólida formación católica, afirmaría haber oído las voces de los ángeles y santos que se presentaron a ella, instando a liberar el dominio Inglés de Orleans y asistir a la coronación del rey Carlos VII.
La aparición de Juana de Arco se produjo simultáneamente con el inicio de las sublevaciones populares llevadas a cabo contra las tropas británicas que se encontraban en territorio francés. Según los informes, Jeanne habría podido reunirse con el rey Carlos VII, convenciendo a este y varias autoridades religiosas acerca de su historia. Con eso, fue nombrada líder de una tropa que, después de tres días de batalla, liberó la ciudad de Orleans de las fuerzas militares inglesas.
Después de la conquista de la ciudad de Reims, Carlos VII legítimamente fue reconocido como rey de Francia, siendo coronado y consagrada en 1429. Al año siguiente, Juana de arco ayudó a las tropas francesas en el cerco de Compiègne, pero fue detenida y entregada a los británicos. De allí, sería enviada al Tribunal de la Santa Inquisición de Rouen, donde fue declarada hereje y quemada en la hoguera en 1431.
Todo ello sirvió para que ella se volviera uno de los grandes personajes y uno de los principales mártires del nacionalismo francés. Más allá del panteón nacional francés, Juana de Arco consiguió su rehabilitación en la Iglesia en 1456, siendo beatificada en 1909 y canonizada en 1920, volviéndose Santa Juana de Arco.