Curiosamente, cuando surge el tema de la violencia en la niñez o juventud en cualquier conversación, la televisión nunca se escapa. Todavía hace poco tiempo que la violencia es considerada como el mayor enemigo de los niños, pues transforma cerebros inocentes en perversos y violentos.
De hecho, la televisión puede ser un excelente chivo expiatorio porque no es difícil atribuirle responsabilidades. En los efectos que se señalan provoca la televisión tiene gran importancia la responsabilidad de los adultos. Efectivamente la televisión tiene su parte de culpa en los comportamientos más violentos de niños, pero sobre todo cuando asume el papel de niñera. Para que la televisión o surta efectos tan negativos, es fundamental que los padres seleccionen los programas, sigan las calificaciones de los contenidos de televisión, busquen canales temáticos dirigidos a este grupo de edades y conversen con los hijos sobre lo que sucede durante las emisiones. Pero dejemos la televisión porque ella ya asumió demasiado el papel de villano de la película.
El papel de la familia
De hecho, la violencia tiene principalmente su génesis en la violencia vivida en el seno de la propia familia y su entorno. Esa es la principal fuente de violencia. A esta idea de familia desestructurada y violenta probablemente se suma un barrio degradado, donde predomina la pobreza, violencia física, negligencia y droga. Esta es nuestra primera tentación y se desarrolla a pocos metros de nuestro hogar. Con esto se pretende indicar que la violencia asume contornos y a veces facetas muy sutiles. No es solamente agresivo el padre que llega alcoholizado a casa y golpea a su esposa frente a sus hijos; también lo es aquel que escucha a escondidas las conversaciones de los hijos, viola su correspondencia, invade su privacidad digital o rechaza a la pareja de sus hijos porque su aspecto externo no corresponde a los parámetros considerados por sí normales.
Disturbios de la comunicación familiar, que muchas veces asume características paradójicas (por ejemplo: ‘Vais a salir de fiesta pero si fuera mi voluntad os quedabais en casa…’) contradicciones al nivel del sistema de reglas y ausencia prolongada de las figuras parentales sin figuras sustitutivas son otros factores que contribuyen a liberar la agresividad en los niños y jóvenes.
Aunque ciertos factores biológicos pueden señalarse como responsable de ciertos comportamientos violentos, la mayoría de las veces, la agresividad tiene como raíz una educación violenta. Incluso por caracteres de heredabilidad, el ambiente y desarrollo del individuo son factores determinantes para el desarrollo de signos de violencia.
Nos queda señalar por último la escuela. Se dan muchos casos donde la institución educativa lejos de servir de inclusión continúa siendo una fuente de profunda exclusión. Es cierto que la atención hacia el acoso escolar (o bullying) cada vez es mayor y que se realizan campañas de concienciación y atendimiento a las necesidades diversificadas de sus alumnos, pero todavía hay mucho trabajo por hacer. Por otro lado, en cuanto al absentismo escolar, mientras el criterio de éxito sea la calificación de las pruebas escritas, continuaremos teniendo alumnos que simplemente no quieren ir a las aulas para no confrontar su propio fracaso. Estos alumnos van a unirse a alumnos más problemáticos conduciendo a una sucesión interminable de actitudes arriesgadas y marcadamente agresivas.
Como se puede ver entre los factores indicados, existen muchas razones suficientes para el surgimiento de la violencia entre jóvenes, faltando en sí la determinación y medidas concretas para mitigar este fenómeno.