Al estudiar el proceso de colonización de las Américas, podemos apreciar la valoración de los europeos respecto a los pueblos nativos. Bajo su perspectiva, existía una gran distancia respecto a la civilización del Viejo Mundo. De hecho, esa visión etnocéntrica prescindía de varios saberes, costumbres y otros hábitos que bien podían ir en contra de sus valores culturales. Entre otros muchos enfoques, podemos resaltar una discrepancia particular en referencia a los cuidados con la higiene personal.
Cuando llegaron a las tierras brasileñas, los portugueses arrastraron un terrible olor propio de quien pasaba varias semanas al mar. Para los nativos, esa sería una situación extraña, dado que pueblos como los tupis acostumbraban a lavar el cuerpo más de diez veces en un mismo día. De esa misma forma, los indios -que también establecieron contacto con los portugueses- se valían de pasta, tacos, japones y polvos para aplacar los olores del propio cuerpo.
En la antigüedad, los egipcios resolvían el mismo problema con baños frecuentes que eran acompañados por la acción astrigente de aceites, grasas y jabones aromatizados. Por otro lado, los romanos intentaron eludir los malos olores con pequeñas almohadas colocadas sobre las axilas. Ya en la Europa Moderna, los perfumes intentaron ofrecer una solución, pero no siempre resultó efectiva. Fue así que decidieron desarrollar un nuevo producto para prevenir eficazmente la sudoración.
Entre tantos olores y baños, fue solamente en el siglo XIX que tuvimos la aparición del primer desodorante de la historia. En el año 1888, el desodorante norteamericano Mum mezclaba un tipo de cera de óxido de zinc que tenía una limitada acción antimicróbica. Algunos años después, en 1903, el EverDry (trad. lit. siempre seco) fue el primer desodorante de solución acuosa que conseguía inhibir la transpiración del cuerpo.
Ya en esa fórmula, tenemos la presencia de las sales de alumino que hasta hoy configuran la mayoría de los desodorante. En la actualidad, tenemos algunos tipos y marcas de desodorante que garantizan atender el perfil específico de sus consumidores. Paralelamente, otro tipo de desodorantes prometen amenizar las agresiones que el uso del propio desodorante pueda provocar.
