En la época en la que el Imperio romano invadió y conquistó la isla de Gran Bretaña, el pueblo celta era el pueblo que habitaba esa región. Llegaron al lugar desde diversas regiones de Europa, entre los siglos II y III a.C.
Era un pueblo conformado por individuos fuertes y altos. Se dedicaron al arte de la guerra, aunque tenían muy desarrollado el aspecto artístico, especialmente la artesanía. Conocían técnicas agrícolas avanzadas para la época como, por ejemplo, el arado con ruedas. Fabricaron joyas, armaduras, espadas y otros tipos de armas, usando metales. Fabricaban carros de guerra desarrollados que llegaron a causar temor en los enemigos.
Los celtas tenían una religión politeísta, es decir, creían en varios dioses. Realizaron sus rituales religiosos al aire libre. En el calendario celta había diversas fiestas místicas como, por ejemplo, el Imbolc (en homenaje a la diosa Brigida). Esta fiesta marcaba el inicio de la época de la plantación de las semillas. Las ceremonias y los rituales quedaban sobre la responsabilidad de los druidas, los sacerdotes de los celtas.
Los belgas fueron la última tribu de los celtas que llegarían a la región de Bretaña. Este pueblo se estableció en el área que actualmente corresponde a Inglaterra. Habitaron en los bosques y llanos de la región, al contrario de otros pueblos celtas que preferían vivir en regiones montañosas.
El príncipe belga más conocida de este período fue Cunobelino (Cunobelinus) que vivió entre el siglo I a.C. y el 40 d.C. Con su capacidad de conquistas, se convirtió en señor de casi toda la extensión sur de Inglaterra. Fundaría aquí la ciudad de Camulodunum, próxima a la ciudad inglesa actual de Colchester.
