En el proceso de consolidación de la Iglesia Católica, se observa la imposición de los dogma y la rigidez jerárquica como elementos fundamentales en el seno de la institución. Además de las reglas y cargos, otras acciones son de gran importancia a esta antigua religión para alcanzar su estabilidad. Entre otras muchas, la excomunión ocupó un papel esencial en la búsqueda de este principio de unidad y preservación.
El término excomunión, de origen latino, significa ‘el que está fuera de la comunidad’. Para algunos comentaristas de la materia, la excomunión no se debe interpretar como un castigo espiritual que precede a los juicios divinos. Es decir, la excomunión no es una persona previamente condenada al infierno. De acuerdo con el Concilio de Nicea en el año 325, el excomulgado sólo es incapaz de recibir los sacramentos católicos.
Sin embargo, abandonando su comprensión teórica y la observación de su práctica, la excomunión en la práctica tenía otros destinos mucho más extensos y severos. En los primeros siglos de la era cristiana, la excomunión ha sido ampliamente utilizada para protegerse de los líderes cristianos que practicaban la religión o ignoraban la determinación de la Iglesia. Con el tiempo, sirvió como un criterio para que otras acciones fuesen tomadas.
Durante mucho tiempo, ningún inglés que fuera excomulgado podría mover algún tipo de acción judicial. En el Reino de los Francos, el monarca Pipino, El Breve (714-768), ordenó que todos los excluidos fuesen expulsados del territorio. En estos casos, se observa que el castigo para los religiosos sólo sirve para estrechar los lazos entre la Iglesia y el Estado.
Sin embargo, podemos ver que la Iglesia también ha empleado la excomunión para impugnar o limitar los intereses de varios reyes, sobre todo en la Edad Media. En la Baja Edad Media, el Sacro Imperio Romano era el Estado en que estas acciones sucedieron con mayor frecuencia. La influencia eclesiástica se vería reflejada en la expulsión de Federico II (1194-1250) y Luis IV (1282-1347).
En el siglo XVI tenemos la excomunión de los famosos líderes religiosos que no estaban de acuerdo con la doctrina católica. Martín Lutero y Juan Calvino, los fundadores respectivos del luteranismo y el calvinismo, fueron expulsados de la Iglesia al predicar la religión cristiana, apartada de un sello papal. En ese mismo siglo, el rey británico Enrique VIII fue expulsado por incumplimiento de los sacramentos que determinaron la continuación de la unión matrimonial entre el rey Inglés y la Infanta Catalina de Aragón.
Hoy en día, la excomunión se transformó finalmente en un acto de implicación ideológica. En 1962, el dictador cubano Fidel Castro fue expulsado de la Iglesia Católica después de haber liderado el proceso revolucionario en su país. Una década antes, el presidente Juan Perón también fue sancionado después de decretar la expulsión de dos obispos que criticaron a su gobierno.
Recientemente, la cantante irlandesa Sinead O’Connor ha recibido malas críticas por la Iglesia. A principios de 1990, cuando apareció en un programa de televisión popular de Estados Unidos, cerró su concierto rasgando una foto del Papa Juan Pablo II. Sin embargo, la reprimenda católica sólo ocurrió en 1999 cuando ella recibió una orden para ocupar el cargo de sacerdotisa en la llamada Iglesia Independiente Católica.