Cuando entramos en el estudio de la antigüedad o la Edad Antigua, es muy común escuchar que este período histórico está marcado por la aparición de las primeras civilizaciones. Generalmente, cuando adoptamos la expresión ‘civilización’ se promueve una terrible confusión que coloca a los pueblos de esa época en una condición superior si son comparados a las otras culturas del mismo periodo.
En realidad, la existencia de una civilización no tiene nada que ver con esa equivocada idea de que exista un pueblo ‘mejor’ o ‘más evolucionado’ que los demás. El surgimiento de las primeras civilizaciones simplemente demarca la existencia de una serie de características específicas. En general, una civilización se forma cuando apuntamos a la existencia de instituciones políticas complejas, una jerarquía social diversificada y de otros sistemas y convenciones que se aplican largamente a una población.
Al contrario de lo que se pueda imaginar, no podemos apuntar una localidad específica donde encontremos la formación de las primeras civilizaciones de la historia. El proceso de fijación y desarrollo de las relaciones sociales sucedió simultáneamente en varias regiones y fue marcado por el contacto entre civilizaciones, así como la incorporación de dos o más culturas en la formación de otra civilización. Refiriéndonos al mundo oriental, podemos señalar el desarrollo de las civilizaciones milenarias, china e india. Partiendo más al oeste, localizamos la formación de la civilización egipcia y de los varios pueblos que dominaron la región Mesopotámica, localizada en las proximidades de los ríos Tigris y Éufrates. También conocidas como civilizaciones hidráulicas, esas culturas agruparon largas poblaciones que sobrevivieron de la explotación de las aguas y tierras fértiles presentes en las riberas de los ríos.
En la parte occidental del planeta, es costumbre dar un amplio protagonismo a la aparición de la civilización greco-romana. El prestigio dado a los griegos y los romanos se justifica por la influencia fuerte y visible de que estas personas tenían en la formación de diversos conceptos, instituciones y prácticas que impregnan el Occidente en su conjunto. Sin embargo, no hay que dejar de dar la debida importancia a los mayas, aztecas, incas y olmecas que surgen en las Américas.
Sin duda, el estudio de las civilizaciones antiguas se muestra importante para nosotros entender más acerca de las diversas características que nuestra cultura asume actualmente. Sin embargo, desde otro punto de vista, el estudio de la antigüedad también abre el camino para que nosotros podamos contraponer los valores y parámetros que un día fueron comunes a algunos hombres y hoy se muestran tan distantes de lo que vivimos. Es prácticamente infinito el bagaje de conocimiento que se aplica a este periodo histórico.
