Heráclito fue una figura noble, hijo de los fundadores de la ciudad de Éfeso, y tenía una personalidad notoriamente melancólica. Públicamente despreciaba a los poetas, filósofos, religiosos y científicos de su tiempo. Él nos dejó dos lecciones que se consideran de gran importancia, la primera tiene que ver con su trabajo. Aun sin ser maestro, escribió un libro sobre la naturaleza, todo en prosa y en el dialecto jónico. Este libro es de extrema concisión y fue nombrado Skoteinós, que traducido significa lo Oscuro. Heráclito fue un filósofo que defendía el movimiento, el cambio.
En su primera lección, dijo que todo fluye, nada permanece igual. Por ejemplo, no podemos entrar dos veces en el mismo río, porque al entrar nuevamente en él, es seguro que el rio no será más el mismo y nosotros tampoco lo seremos.
La segunda lección tiene que ver con su vida, porque él era muy orgulloso y ridiculizaba a los médicos, vivía haciendo rompecabezas para los demás como forma de demostrar sus fragilidades intelectuales. Este comportamiento antisocial, no es de extrañar ya que vivía solo en las montañas y se alimentaba de plantas y hierbas. Se dice que al final de su vida, tuvo una enfermedad de la piel y fue la ciudad en un intento de tratar con un médico. Pero, en todas las consultas que hizo con todos los médicos que intentó, él solamente decía rompecabezas y frases enigmáticas, hasta el punto de que nadie lo entendía. Frustrado, se enterró a sí mismo en un montón de estiércol creyendo que iba a ser sanado. Murió allí mismo. Su cuerpo estaba en un estado tan deplorable, que fue enterrado en la misma ubicación en las mismas condiciones que se habían encontrado.