El primer lugar ocupado por los atenienses en el proceso de expulsión de los persas de Grecia vino a establecer las condiciones necesarias para que sucediese la formación de la Liga de Delos. En su justificación inicial, estos enlaces se creaban con el fin de evitar más ataques por el ejército persa, mediante la creación de un fondo fiduciario que incluye la contribución de cada ciudad-estado para mejorar su estrategia militar y sus recursos. Con el tiempo, Atenas utilizaría estos recursos para imponer sus intereses en otras ciudades griegas.
Contemplando la situación hegemónica ateniense, Esparta y otras ciudades griegas decidieron formar otra confederación militar, conocida como la Liga del Peloponeso. Esta división ha creado un contexto de tensiones que pronto habría de culminar en la realización de un conflicto mayor. El golpe final se produjo cuando la colonia de Córcira, miembro de la Liga de Delos, decidió volverse en contra de la ciudad de Corinto, un miembro de la Liga del Peloponeso.
En su primera etapa, la guerra duró diez años y se caracterizó por el equilibrio visible entre las fuerzas dirigidas por Atenas y Esparta. En el año 421 a.C, la firma de la paz de Nicias estipula una tregua de cincuenta años entre las dos partes del conflicto. Sin embargo, el acuerdo no se cumplió en sus primeros ocho años, cuando el líder ateniense Alcibíades, animó a llevar a cabo ataques de los militares que tendría nuevas investidas que tomarían Siracusa, región controlada por la Liga del Peloponeso.
A cambio, los atenienses fueron humillados por una derrota terrible, que resultó en la detención y esclavitud de 20.000 soldados atenienses. En los años siguientes, los espartanos ganaron la mayoría de los conflictos que siguieron a la guerra del Peloponeso. En 404 a. C, la región de Potamos-Egos, el general espartano, Lysander, impuso una derrota definitiva de los atenienses. Desde entonces, la hegemonía de los espartanos prevaleció en la mayor parte de las ciudades-estado griegas.
En los años siguientes, las controversias entre las principales ciudades-estado impuso la consolidación de un gran desgaste en todo el mundo griego. Por supuesto, la participación en tantas batallas acabó promoviendo la ruina económica de varias ciudades consideradas con anterioridad como poderosas. Aprovechando esta situación, el rey de Macedonia, Filipo II, alentó la organización de un gran ejército que conquistó las tierras griegas durante el siglo IV a.C.