Después de sufrir con los ataques del 11 de septiembre Estados Unidos decidió emprender una guerra contra el terrorismo apuntando a los gobiernos que podrían representar un riesgo para la paz mundial. En consecuencia, el presidente estadounidense George W. Bush y su Consejo de Estado hicieron una campaña política predicando la intervención en el llamado Eje del mal. Entre los países que componían ese grupo estaría Irak, liderada entonces por el dictador Saddam Hussein.
En el año 2002, Estados Unidos intentaría por medio de las Naciones Unidas probar que el gobierno iraquí preservaba un poderoso arsenal de armas de destrucción masiva (ADM). Partiendo de esa acusación, George W. Bush amenazó atacar a Irak en caso de que el gobierno no realizase un desarme de su arsenal militar. En contrapartida, varios inspectores de la ONU en visita a Irak no lograron obtener pruebas concretas acerca de un programa armamentístico desarrollado.
Insistiendo sobre la veracidad de sus denuncias, los Estados Unidos solicitaron la autorización del Consejo de seguridad de la ONU para poder promover la invasión militar del país. Sin evidencia real que justificase semejante ataque, la ONU decidió vetar el proceso de ocupación de Estados Unidos. Sin embargo, ignorando totalmente la decisión de la ONU, George W. Bush solicitó apoyo del gobierno británico para juntos promover la invasión militar de Irak.
En marzo de 2003, las fuerzas armadas estadounidenses y británicas iniciaron los ataques tomando el control de la ciudad de Bagdad. Cinco días después de la primera ofensiva, los atentados en la capital y el enfrentamiento con el ejército iraquí habían contabilizado un total de más de 1000 muertes. Al mes siguiente, Bagdad fue finalmente tomada por las fuerzas angloamericanas, para enfrentarse a las tropas y milicias del norte leales al dictador Saddam Hussein.
En mayo, la ONU decidió suspender todos los embargos económicos impuestos a Irak y reconocer la Autoridad Provisional de Coalición, que debería gobernar el país, incluso con la confianza de la mayoría de la población. Más tarde ese mismo año, las tropas invasoras fueron capaces de capturar al fugitivo de Saddam Hussein. En poco tiempo, el dictador sufrió un proceso criminal que lo llevaría a la pena de muerte bajo la acusación de haber cometido crímenes contra la humanidad.
En los siguientes dos años, la exitosa ocupación sufrió la oposición de los grupos terroristas. En 2005, la población iraquí fue convocada a las urnas para elegir a los miembros de una nueva Asamblea Constituyente. Mientras tanto, datos apuntaban que los atentados terroristas contra las fuerzas extranjeras alcanzaban la cifra de noventa ataques diarios. Internamente, los conflictos civiles entre líderes religiosos chiitas y sunitas amenazaron la estabilidad de Irak.
Durante este período, datos extraoficiales informaron que más de 100 mil civiles murieron en la guerra. Mientras tanto, las naciones responsables por la invasión intentaron convencer a la opinión pública de que estaban garantizando la promoción de gobiernos justos y democráticos por el mundo. Sin embargo, a lo largo del conflicto, los Estados Unidos no lograron probar que Irak poseía un peligroso arsenal bélico de destrucción masiva.
Debido a esto, muchos críticos señalan que la guerra tenía sus motivaciones basadas en otras cuestiones subyacentes. En el ámbito político, el ataque serviría para reafirmar la hegemonía política y militar de los Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre. Por otra parte, la guerra traería grandes beneficios económicos a las naciones involucradas con el control sobre las reservas de petróleo en territorio iraquí.